Hoy (gracias a oh my gaga) NO hay graña, pero recordé de una ocasión...
Estaba en Monterrey y hacía calor... y decir que hace calor en Monterrey es como decir que el Océano está mojado, entonces, como decía, en esta ocasión también hacía calor. Quizás unos 48 grados Celsius. Así que me decidí por un agua de horchata con mango de La Michoacana antes de ir al trabajo.
edigator y su agua de horchata
Entré al carro, aquel carro búmeran de aquí.
Inmediatamente prendí el clima (porque eso sí, aire acondicionado y todos los lujos de la clase alta existían en ese carro búmeran) y agarré una toallita que tenía especial para tocar el manubrio (osea, el volante) y el clip del cinturón de seguridad sin chamuscarme las manos. Entonces, como golpe, llegó el anuncio de la migraña. Empecé a ver puntitos en el aire y un cierto aura afuera del carro.
Cerré los ojos y respiré profundamente, porque cuando se ve eso en como 10 ó 15 minutos va a empezar a latir la cabeza, como si un espíritu maligno con picos y garras y dientes puntiagudos se me quisiera salir del cerebro, el ojo derecho empieza a palpitar y más de una vez yo he pedido que alguien, por favor, por misericordia, por lo que más quieran, agarren un taladro y me abran el cráneo para sacar al demonio. Pero no quieren.
El caso es que abrí los ojos y me di cuenta que el aura no era tal, que era sólamente el espejismo del calor alrededor del carro. Decidí ignorar a la graña porque tenía que ir a trabajar (y quería agua de horchata con mango). Puse el carro en marcha y empecé a manejar. Agua de horchata. Agua de horchata. Pensaba.
De reojo volví a ver los puntitos. Se me hizo raro, porque generalmente no son tan penosos los puntitos, no se esconden en la ranura del ojo o fuera de mi campo de visión. No, ellos salen como en desfile, muy carbones, salen con fuegos artificiales y chispitas. Son como más o menos así:
Así que grité, ¿puntitos? ¡Vade Retro Puntitos!, y también me dije, ¡Edigator, te estás volviendo loca! Porque estaba gritando con un puño al aire. Así que me respondí, ¡A huevo, Edigator, ya lo sabíamos!
En el primer alto miré a la derecha y tal y como nunca lo había pensado, el asiento estaba cubierto de hormigas negras.
¡Zaz!
Frené y salí corriendo, tratando de sacudirme a las hormigas del pelo, la ropa y todos esos recovecos que tenemos en el cuerpo que ahora eran habitados por hormigas negras.
¡No era una migraña! ¡Nunca lo fue! Era un ataque de insectos. No me había dado cuenta que el aire acondicionado había estado aventando hormigas negras desde que lo prendí. Yo pensé que eran puntitos y nada, era la fauna de Monterrey al ataque. Ni aura, ni puntitos, ni mi graña, ni nada. ¡Hormigas! Muchísimas hormigas y todas ahora en mi carro.
¡No era una migraña! ¡Nunca lo fue! Era un ataque de insectos. No me había dado cuenta que el aire acondicionado había estado aventando hormigas negras desde que lo prendí. Yo pensé que eran puntitos y nada, era la fauna de Monterrey al ataque. Ni aura, ni puntitos, ni mi graña, ni nada. ¡Hormigas! Muchísimas hormigas y todas ahora en mi carro.
Después, el carro abandonado y yo ya sacudida y con una agua de horchata con mango, me puse a pensar. Parece que para huir del calor, todo el hormiguero se trasladó a vivir al aire acondicionado del carro búmeran, el cual, cuando encendí, hizo que todo el hormiguero saliera volando.
Y fin. No me dio migraña. Yeii.