La edigator trabaja para poder darle a sus cosas una buena vida.
8 horas para un buen mantenimiento del carro, para el cambio de bujías y la revisión de los 10,000 km y el filtro de aceite y cambio de fluidos y también polish y cera y las llantas nuevas y un estéreo negro y retapizar los asientos.
9 a 5 para una aspiradora para la alfombra y esa máquina que lava con agua y un deshumidificador para los libros y un humidificador para los cigarros y un aparato especial que absorbe olores apestosos del refri y dos focos que ahorran luz y un aceite rojo especial para los objetos de madera y otro líquido amarillo para los de vidrio y otro con espuma para la taza del baño y otro sin espuma para el lavabo y otro más con olor a limón para los trastes y otro con olor a pino para el piso, pero no la alfombra, porque con la alfombra apenas el que es especial de la máquina que la lava.
Horas invertidas, en vez de escribir o leer o pintar o comer o salir a caminar al parque o estar con amigos o con el gato maravilloso, para que la ropa pueda lavarse con detergente bioorgánico biodegradable biológico bioético y casi sin espuma y un enjuague que mantiene tu ropa mmmhhh oliendo a primavera con esencia de nubes. Para plancharla y doblarla y meterla en cajones adentro de un buró en un tocador en un walk in closet de la recámara principal.
Y la edigator compró unos ganchos para que no se arruguen los pantalones y otros para colgar unas faldas y queden esponjosas y otros para que las blusas de tirantes no pierdan forma y otro para un abrigo que no le deforme los hombros, y otro deshumidificador para ponerlo cerca de los zapatos. También quería un vino, un tintito, quizás un español San Román 2002, pero ya no le alcanzó el dinero, y está bien, así que mejor se compró unas cervezas que además, estaban en descuento.