No había
escrito nada desde que nos fuimos todos a nuestras casas porque se me hacía que
mis cinco lectores preferirían leer obsesivamente sobre la covid y hacerse
expertos infectólogos, estadistas, virólogos, panaderas y sastres.
Empezamos
en marzo, estamos ya a mediados de junio, 2020.
Lo que no
te cuentan en los escenarios del apocalipsis zombie, es que un grupo grande de
personas va a simplemente “no creer” que haya un apocalipsis zombie. Van a ver
cómo incrementa el número de infectados y muertos, y van a decir que es una
gripa y que la vida sigue.
Me tocó
quedarme en el peor lugar del mundo (aunque pobres los turcomanos, su
dictador de ellos prohibió el uso de la palabra “coronavirus” y sanseacabó, no hay virus, quizás ése es el
peor, ).
Oficialmente,
hoy Gringolandia tiene más de 2 millones de infectados y casi 120 mil muertos.
No se cuentan todos los casos a los que no se les han hecho las pruebas. O como
diría el brillante clamidia-in-chief, con su lógica de infante de 5 años, “si dejáramos de hacer pruebas, tendríamos menos casos.”
Y como a la realidad no se le puede aventar choro mareador y desaparece (como han hecho estos asesinos neoliberales en las últimas décadas), los
intrínsecos problemas sociopolíticos y económicos salieron a flote. Todo lo que
les he estado contando en el blog estos últimos años explotó con la pandemia.
La anaranjada verruga
genital de la casa blanca cerró fronteras, sacó dos trillones de dólares y se lo
repartió a sus amigos, se robó todas las máscaras y equipo de protección y se
lo repartió entre los millonarios (incluso robándoles a los hospitales), puso a
cargo a Walmart, Target, y farmacias privadas a desarrollar pruebas (que obvio,
no lo hicieron). Cesó los juicios de inmigración, se puso a deportar a todo mundo
e infectar a los países, entre otras cositas y nada más en dos meses.
Y entre la
muerte y el desempleo (40 millones ahorita), la ultra derecha decidió que ya se
había aburrido del coronavirus y que querían tomarse una cerveza y jugar golf, así que fueron a invadir los capitolios y a punta de pistola exigir su mani-pedi.
La güerita del hocico abierto quiere ser senadora (foto JOSHUA A. BICKEL) |
Entre todo esto,
que unos cerdos policías asesinan a un hombre (George Floyd) asfixiándolo durante 8
minutos y 46 segundos, mientras el pobre hombre rogaba por su vida. Y la gente
se puso a protestar y protestar. Como en todo gobierno autoritario, el propio
gobierno lanzó a infiltrados para causar desmanes y se apropió de la narrativa para justificar aún más abusos
contra las minorías.
Si gustan ver una compilación de brutalidad policíaca de hace 10 días, liga aquí.
El megapedo
que se va a venir este fin de semana es que es Juneteenth. Juneteenth es una
fiesta para celebrar el fin de la esclavitud, lo tradicional es hacer un fiestón, tener carne asada, desfiles, música en vivo y bailes. Es una celebración alegre con
un chingo de comida y un chingo de orgullo.
Comida, baile y más comida (del año pasado) |
¿Y por qué,
mi escamosa cocodrilo (y no nada más por la resequedad de manos) dices “megapedo”?
Ahh, porque la gonorrea que tenemos como presidente decidió celebrar el primer
rally a favor de inyectarse cloro en las venas y meterse rayos ultravioletas
por el culo nada más y nada menos que en Tulsa, Oklahoma el mero día de Juneteenth.
¿Y qué
tiene de especial Tulsa, Oklahoma, mi reseco reptil?
Pues que
Tulsa era lo que llamaban el Wall Street negro a principios del siglo XX. Era
una próspera ciudad de exitosos empresarios y médicos, había tiendas, hospitales, y gente que había podido no
sólo salir adelante, sino brillar, y formado una comunidad vibrante.
Tulsa, Oklahoma a principios del siglo XX (fuente) |
Entonces
los blanquitos se emputaron y los bombardearon, así con aviones y toda la cosa,
los mataron a casi todos y todas. Rasaron la ciudad.
Así se ve la envidia, Tulsa, 1921 (fuente) |
Esa sífilis
con tupé sabe muy bien esto y su secta también.
Aquí su
servilleta predice que va a mandar a sus infiltrados, va a ocasionar desmanes y
con eso va a justificar acercarse aún más a un fascismo total. Ojalá yo no tenga razón.
No se
pierdan nuestra próxima entrega: Q y la secta de Trump.
Lávense las manos.
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