26.11.17

Sobreviviendo a la escuela pública: Semana 12

Semana 12

Esta semana fue perfecta, llena de alegría, risas, música, comida deliciosa y hasta visitas a museos. ¿Cómo es eso, queridísima lagartija? Se estarán preguntando. 

Pues nada, que sólo hubo 2 días de clase (el lunes y martes) porque nos fuimos para celebrar el genocidio de las primeras naciones. 




Por lo que casi no tengo nada que platicarles, por suerte no he pensado en la escuela en todos estos días y estoy hasta durmiendo sin pesadillas y no tiemblo cuando escucho a un adolescente por ahí.

Pero sí les puedo contar que una maestra, a quien llamaremos la Princesa Amanecer, renunció el viernes, ella llevaba 10 años en esa escuela, pero ya no pudo más.

No le aceptaron la renuncia. Le dijeron NO.

Le íbamos a hacer una despedida. Nos dijeron NO.

Alguien traía una tarjeta para que firmáramos todas. La interceptaron y la confiscaron. Nos dijeron NO.

No, Princesa Amanecer, mandaron decir por correo masivo, NO te vas. Te quedas hasta que autoricemos tu salida, tu reemplazo y la manera en la que vas a vivir tu vida.

Eso es algo que a mí me resulta interesante, por decirlo de algún modo.

Por un lado, el resto de los maestros y maestras y administradores comentaban que cómo era posible que la Princesa Amanecer se atreviera a renunciar a mitad del año. Que qué clase de profesionalismo es ese y, en otras palabras, mexicanamente...


Pero yo les decía, la Princesa Amanecer tuvo la delicadeza de avisar que se iba, no está pidiendo permiso. La Princesa Amanecer lleva desde agosto diciendo que no se puede ni respirar aquí, que vivimos aterrorizadas y que hay maestras que se la pasan llorando en el baño. Pedía ayuda a la directora casi a diario, de que se haga algo para proteger a las maestras.

Yo les decía, vivimos una vida y estamos ofreciendo nuestros servicios a la escuela, no al revés, y si la escuela no puede mantener un nivel mínimo de tranquilidad laboral, un espacio donde podamos sentirnos seguras y no sé, incluso disfrutar un poco la vida, podemos agarrar nuestros servicios e irnos a otro lugar.

Se me quedaban viendo como medio en shock. Pero estaban de acuerdo.

Aquí se enfocan mucho en no martirizar a los alumnos y alumnas y tratar de evitar que terminen en la cárcel antes de cumplir 15 años, pero se descuida enormemente la salud mental y física del profesorado. Tanto la administración como los niños y niñas nos tratan de la chingada.

Entonces el martes la Princesa Amanecer le dijo a los niños y niñas que se iba a partir de ese día. Los niños y niñas se pusieron a llorar en el pasillo, se arrancaban los pelos. ¿Por qué, Por qué Miss Princesa Amanecer, ¿por qué nos abandonas? ¿Por qué nos dejas? Por favor, no te vayas, vuelve. Te amamos.

Ella sonreía y decía, “Ya lo sé, pero me tengo que ir.”

Imagínense, estos niños y niñas que la insultan, que le avientan sillas, que hacen todas estas cosas, se lo están haciendo a una maestra que dicen que quieren.

En fin, le deseo mucha suerte a la Princesa Amanecer, que las siguientes aventuras vengan con dichas y satisfacciones y a lo mejor, la oportunidad de enseñar, que definitivamente en esta escuela no se puede hacer eso.




Posdata:
Ah, esta semana que entra (me avisaron el martes) tengo que poner un examen para medir el nivel de español de los alumnos y alumnas. El examen durará toda la semana porque está compuesto de tres partes y cada parte dura el mismo tiempo que la sesión de clases, además de que tengo que ofrecer un día más por si alguien no pudo tomarlo en el momento indicado. 

Pareciera que yo trabajo para las empresas que hacen exámenes o para las prisiones, o no sé, pero definitivamente no es en beneficio de los estudiantes.

Gobble gobble, me voy al cine. Tchau!

18.11.17

Sobreviviendo a la escuela pública: Semana 11

Semana 11

Hay un alumno que fue los primeros 4 días y luego dejó de venir. Y como todos los niños y niñas de este país tienen que estar educados (jajaja), se involucró a trabajadores sociales, maestras de educación especial y las autoridades locales para lograr un plan para que el niño quiera venir a la escuela y no pasarse todo el día en cama jugando videojuegos.

Mamá le dice, “hijito mío, vamos a la escuela.”
Y el hijito le dice, “cállate puta, no sirves para nada, perra, zorra.”
Mamá llora y le compra otro videojuego.

El plan es que una trabajadora social lo recoge como a las 9 de la mañana en su casa (las clases empiezan a las 7, pero a hijito no le gusta levantarse temprano), lo trae a la escuela y sólo tiene que quedarse hasta el recreo. No tiene que hacer nada, excepto respirar y no podemos exigirle nada. Su único objetivo es asistir a la escuela.

Hijito llegó el lunes o algo así, se salió de mi salón, lo agarraron en otro lugar visitando a un estudiante, que llamaremos aquí para efectos prácticos, alcaponito, y los metieron a hijito y a alcaponito a un cuartito para que pensaran en lo mal que se portaron. Trabajadores sociales, maestras de educación especial y las autoridades locales pusieron el grito en el cielo, lo “liberaron” y regañaron a los maestros que lo reportaron vagando en los pasillos.

El martes hijito trajo un arma. Se la iba a vender a alcaponito. Pero los maestros lo cacharon, le llamaron a la policía (usamos el código rojo y toda la cosa) y suspendieron a hijito por dos días. 

Dos días porque aunque es ilegal traer un arma, el estudiante no dañó a nadie. Hasta que no haya agresión intencional y directa de un estudiante a otro estudiante, no se procede. Si la agresión es a un maestro o maestra, solamente se procede si la agresión intencional y directa ocurre más de una vez con un mismo maestro o maestra.

Pero trabajadores sociales, maestras de educación especial y las autoridades locales pusieron nuevamente el grito en el cielo porque hijito no puede ser suspendido, ya que su único objetivo es asistir a la escuela y una suspensión va directamente en contra de su objetivo.

El jueves, hijito regresó y lo volvieron a cachar vagando por los pasillos con alcaponito. Pero los maestros aprendemos y ya no lo metieron al cuartito, nomás le dijeron con mucho amor y ternura que  regresa a tu salón, porfavorcito, amorcito, mira queridito que es por tu bien.

El viernes, como aquí su lagartija es invisible, hijito se puso a vender droga frente a mí. Bueno, otro estudiante le dio 30 dólares e hijito le dijo que era buenísima, que no raspaba nada, que lo iba a hacer reír, y con 30 dólares le alcanza para 3 churros, porque vende a 10 el churro.

Pedí apoyo, se llevaron a hijito con sus 150 dólares producto de las transacciones del día. A la media hora regresó hijito a mi clase. Como no le encontraron drogas encima, no había pruebas. Y así aprendí que su servilleta no sólo es invisible para los y las adolescentes, sino también para los trabajadores sociales, maestras de educación especial y las autoridades locales.

La siguiente semana es el día del pavo y por primera vez entiendo por qué los gringos lo usan para dar gracias.


Me siento infinitamente agradecida, quiero gritar: ¡Gracias! ¡Gracias! Que no tendré que ir a trabajar por cinco días.

Gobble Gobble

11.11.17

"Sobreviviendo" a la escuela pública: Semanas 9 y 10

Semana 9
Dicen aquí que la semana de Jalogüín es la peor.

Sinceramente no sé si será la peor, porque aquí siempre hay algo que supera lo anterior. Pero sí estuvo bastante pesada la semana 9.
Agreguen 500 niños y más basura y es un día normal en la escuela pública

Tuvimos un simulacro de código rojo. Esto es cuando hay un asesino adentro de la escuela con armas de alto calibre matando y cazando a los alumnos y alumnas. Se practica el simulacro de código rojo cada seis meses.

Así que suena la alarma, debo cerrar puertas con llave, tapar las ventanas y los chicos y chicas se deben esconder donde no se vean. Deben guardar silencio. Fue lo mejor, pude disfrutar de 20 minutos de paz.

Fuera de eso, la semana 9 estuvo como el resto de las semanas: pinche.

El domingo me entró una crisis nerviosa porque no quería que llegara el lunes, así que adopté 2 gatitas. 

De esa manera podré recibir terapia gatuna.
Les presento a Vera (izquierda) y Kalah (derecha)

Semana 10

Cambiamos de salón a una alumna, llamémosla la guayabita. Estaba en un grupo de unas 6 niñas (a quienes llamaremos las tostaditas). La guayabita no ha hecho nada en todas estas semanas salvo reírse, maquillarse e interrumpir la clase (y mentarle la madre a los maestros y maestras, obviously). Todas las veces que hemos tratado de hablar con sus padres, ella se escapa de la escuela y ellos tienen que ir a buscarla, así que no tengo el gusto de conocerlos. 

Por lo tanto, esta semana tuvo, además de todas las cosas que ya les he contado, el particular agregado de la ira de la guayabita y las tostaditas.

Se enojan especialmente porque nos metemos con ellas. Que quién nos creemos que somos y que por qué nos atrevemos a decirles qué tienen que hacer.

Literalmente ésas son las peleas.

     Niña de 13 años: ¿quién te crees tú que eres que me estás diciendo que saque un lápiz?
     Maestra: Tu maestra.
     Niña de 13 años: Exacto. Exacto. Puta babosa, foc llu.

Y luego llega la administradora (una becky que hace yoga y nunca ha dado una clase en su vida) y te cuestiona, ¿qué le haces a la niña? Y le dices, les dije a todos y todas que sacaran un lápiz. Y entonces te interroga, ¿les diste otras opciones? Sí, claro, le dices, pueden sacar un lápiz, una pluma, su computadora, sus tetas, lo que quieran, es más, pueden agarrar toda esta educación y metérsela por el culo. 

Entonces la becky te dice que tú tienes la culpa y te van a mandar a otra capacitación para poder estimular a los alumnos de una manera propositiva y con educación diferenciada para que puedas planear una clase particular divertida y especializada para cada uno de tus 50 alumnos.

El martes, las tostaditas y la guayabita planeaban ir a golpear a una chica de otra escuela (porque para esto, resulta que aquí su lagartija es invisible, las adolescentes no me ven, no me escuchan, no reconocen mi humanidad, así que pasaron alrededor de 4 horas hablando de lo que le iban a hacer a esta otra niña). Así que le hablamos a sus madres y le comentamos a la directora, quien quería llamar a la policía. Al final, parece, una de las mamás llamó a la policía y la pelea no tuvo lugar.

Esto obviamente emputó más a las niñas.

Y el jueves, una de las tostaditas, se megaemputó porque mandé que le quitaran su celular por estarle tomando fotos y videos al resto de los menores, subiéndolos a Snapchat para que sus amiguitas y amiguitos de la pandilla del sur de vacalandia pudieran venir a golpearlos (bueno, menciono "golpear", pero la realidad es más cercana a la razón por la que tenemos los simulacros de códigos rojos mencionados arriba).

Entonces la tostadita fue a la oficina principal y la destruyó. De aventar silla contra escritorios y agarrar monitores de computadora contra ventanas. El viernes no vino a la escuela, no sé si está suspendida (lo dudo) o si la metieron a la cárcel (que es lo que hacen con los niños latinos y negros en esta ciudad).


Pero al final de cuentas, fue una semana muy alegre gracias a la terapia felina y más que nada porque en regiolandia denunciaron finalmente al pseudoescritor de abuso sexual. Espero que sea el fin de más de 25 años de depredación de ese puto. Fuerza para las víctimas, admiro su valor. A Rosaura y a Fidel les habría dado tanto tanto gusto la noticia. 

Celebremos.
Ea ea ea

 
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