En Monterrey realmente no hay estaciones, nos enteramos que llegó o se fue el verano sólo por la fecha del calendario.
Cuando hay que "ahorrar luz" o aprovechar al máximo el día, ajustamos nuestros relojes según la agencia de los tenedores del tiempo, no porque obscurezca más temprano.
En Monterrey el tiempo se sabe por máquinas y consenso.
El clima es constante, siempre está de la chingada, y nunca puedes guardar ni tus abrigos ni el abanico.
En cambio acá en vacalandia, de repente un día como cualquier otro, así zaz, sin pensarlo. Sin preveerlo, así nomás, se nos enfrían las orejas y llega el viento y nos arroja un papel en la cara y tropezamos y volteamos para arriba y vemos que los árboles se volvieron sicodélicos.
Y puf, llegó el otoño. ¡Coño!
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3 comentarios:
Preciosa. yo amo el otoño pero me aferro al verano indio que aun nos queda por vivir. Luego todo es de bajadita.
La verdad, me encantan estos árboles locochones y las boinas, en un mes es orejeras, botas y abrigos :(
nimodo, otro invierno
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