11.11.15

Margarito Ledesma (humorista involuntario), Poeta de Chamacuero, Parte III

Estaba recordando al buen Margarito Ledesma. Así que abrí el libro y ¡qué cosa! me encuentro con El cantar de los perros. Fue tanta mi alegría que me puse inmediatamente a transcribirlo para que todos y todas y todxs ustedes puedan gozar de su elocuente y conmovedora poesía.


EL CANTAR DE LOS PERROS
            Dedico esta merecida poesía a todos los perros que he tenido y a los que siga teniendo después; pero no al que tengo ahora, porque yo he sabido de muy buena tinta que nunca se le pone a una calle, a una plaza, a un mercado, a una escuela, a un jardín, a un teatro, a un salón, a una calzada, a un pueblo, a una villa, a una ciudad o a cualquier otro edificio semejante, el nombre de una persona viva, sino hasta después de que se muere, y hasta he sabido también, no me acuerdo ni cómo ni cuándo, que allá en la antigüedad, mandaron matar antes de tiempo a un señor que querían mucho en una población, para poderle poner su nombre a esa misma población o a algún edificio o calle de la localidad.
Por eso no le dedico esta poesía al COLIFLOR, que es el perrito que me acompaña últimamente y que, la verdad, me ha salido muy vivo, muy cariñoso y muy buena gente; pero no quiero que se me vaya a echar a perder dedicándole esta poesía.
Su inútil servidor,
EL AUTOR

            I
MI PERRO CANELO

Yo tenía un perro canelo,
un perro muy entendido;
nomás le echaba un chiflido,
y hasta botaba en el suelo.

Le decía “vete”, y de iba;
“quédate aquí”, y se quedaba;
“bájate de ahí”, se bajaba;
“sube”, y subía para arriba.

Le decía “dame la mano”,
luego luego me la daba;
le decía “baila”, y bailaba
como si fuera un cristiano.

Le decía “ven acá, perro”,
y luego luego venía;
solo cuando no quería,
iba a esconderse en el cerro.

Todo lo que le mandaba
con mucho gusto lo hacía,
y si nada le decía,
él tampoco no hacía nada.

Tiraba piedras al cerro
y él iba y las recogía,
y luego hasta me traía
en vez de piedra, un becerro.

Pero no vayan a creer que era un becerro grande, pues no hubiera podido con él; sino becerritos chiquitos, de esos que todavía maman, y a veces un chivito o un puerco de tamaño mediano.

Era un perro de buen paso
que siempre me obedecía;
sólo cuando no quería ,
entonces no me hacía caso.

Le decía “no hables”, no hablaba;
“no comas”, y no comía;
“no tuesas”, y no tosía;
“no gruñas”, y no gruñaba.

Era un animal tan bueno
que todo, todo lo hacía.
¡Lástima que un policía
me le haya echado veneno!

NOTA.— Muy bien sé que no se dice “gruñaba”, sino “gruñía”; pero si le hubiera puesto así no habría resultado el verso, y entonces los que ustedes ya saben habían de decir que qué feo le andaba haciendo yo. Por eso le puse “gruñaba”.


                II
MI PERRO BLANCO
Yo tenía un perrito blanco
que se llamaba “El Jazmín”.
Era un perro muy catrín,
muy servicial y muy franco.

Nunca andaba con mentiras,
siempre decía la verdad;
por eso en la vecindad
me lo querían hacer tiras.

Al decir que nunca andaba con mentiras y que siempre decía la verdad, no es que quiera decir que aquel perro hablaba, pues entonces todos hubiéramos pegado la carrera; sino que con sus acciones y sus modos de comportarse demostraba siempre ser un perro verídico y merecedor de toda confianza, pues, cuando ladraba, siempre pegaba la mordida, y, si no ladraba, se podía tener la seguridad que no iba a morder, a menos que hubiera una causa repentina o que fuera mucha la demalas del interfecto, como dice Pancho que les dicen en el Juzgado Unico Municipal a los que perjudican otros.

Pues él se daba sus tretas
y, andando así, de puntillas,
se sacaba las tortillas
y luego hasta las chuletas.

Mas no lo hacía de maldad
ni con segunda intención,
ni porque fuera gasmón
y ni por necesidad.

Lo hacía por notificar y
y advertirles a las gentes
que estubieran muy pendientes,
no las fueran a robar.

Y de mucho les servía
las advertencia de “El Jazmín”;
por eso en este confín
todo mundo lo quería.

Aunque les diré en reserva
que había también revoltosos,
mitoteros y envidiosos
que le querían echar yerba.

Parecía bola de estambre
de lo bonito que estaba
y solamente ladraba
cuando le apretaba la hambre.

Yo lo tenía en mucha estima
y en muy grande estimación.
¡Lástima que un carretón
me le pasó por encima!

NOTA.—Afortunadamente no le pasó por encima todo el carretón, pues entonces sí habría estado malo el negocio. Sólo le pasó una rueda, pero con ésa tuvo, pues allí mismo quedó, sin boquiar palabra.

             III
MI PERRO NEGRO

Yo tenía un perrito negro;
le decían “El Azabache”;
me lo regaló mi suegro,
y le gustaba el tepache.

Y digo que le gustaba
porque lo que después pasó,
pues muy carito se vio
que no le desagradaba.

Era un perro juguetón,
cariñoso y muy risueño,
que quería mucho a su dueño,
y no le daba ocasión.

Y digo no se la daba
porque, como yo era el dueño,
siempre ponía todo empeño
en saber por qué ladraba.

Y nunca llegué a saber
si era de tristeza o gusto,
si de un dolor o de un susto
o nada más por moler.

Era muy considerado
y de muy buen corazón;
nunca mordía el pantalón
ni le sacaba el bocado.

Ni asustaba a los transeuntes,
ladrándoles al pasar,
ni les mordía el calcañar
ni les pelaba los dientes.

Y nunca andaba en parvadas
con perros de malos tratos,
ni sacaba los zapatos
de las piezas habitadas.

Muy bonito mi Azabache.
Mucho, mucho, lo quería;
pero, ¡lástima que un día
se me hogó con el tepache!

NOTA.— El tepache es una bebida muy sabrosa que se hace con cáscara de piña y con piloncillo de la sierra, que se ponen a fermentar y que emborrachan al cristiano que se va a de abuso; pero la verdad es que mi Azabache no se hogó por la potencia ni por la fortaleza de la mistela, ni porque le haya dado en el galillo ni por otra cosa semejante; sino porque una noche se cayó en un barril de tepache que había dejado destapado, fermentando, y de allí no se pudo salir a tiempo. Pero, de todos modos, esa desgracia que le aconteció viene a probar que le gustaba esa clase de bebida, como ya lo digo en mi poesía, pues, al haberse caido ene l barril, quiere decir que andaba haciendo la lucha y buscando el modo. Si no, ¿cómo iba a cairse así nomás? Ni modo que desde lejos hubiera podido cairse, sólo que lo hubieran aventado, y eso no era fácil, por haber sido ya de noche.

OTRA NOTA.—Al decir “mi suegro”, no vayan a pensarse que lo digo porque me haya casado en estos días; sino porque es el papá de... ¡bueno!... de la hermosa señorita que todos ustedes conocen y a la que yo le llevo mandadas como media docena de cartas, y sólo estoy aguardando, con la esperanza de que me conteste pronto, para saber de una vez a qué atenerme. ¡Quiera Dios!


                IV
MIS OTROS PERROS
Para todos los perros que he tenido
y para los que supongo que más tarde he de tener,
es para mí un verdadero placer
dedicarles este agradable corrido.

Porque el perro es el amigo del hombre
y de toda la humanidad,
y bien vale su cariñosa amistad
que de flores y versos el camino se le enalfombre.

Porque si no nos preocupamos de su vida,
y no tratamos de tenerlo grato,
nos puede dar un mal rato,
pegándonos una fuerte mordida
o arrancándonos la suela de un zapato.

Trátenlo, pues, con buena voluntad,
aunque le tengan algo de recelo,
y, sin dejar de alzarle pelo,
búsquenle una buena conformidad.

Y por eso a todos los perros amigos
gustoso les dedico esta merecida poesía,
pues es muy posible que se llegue algún día
en que todos séamos valiosos testigos.
¿Testigos de qué?— ¡Pues de qué ha de ser!
De todas las cosas que puedan suceder.

NOTA.—Ni de chanza llegué yo a pensar que me fuera a salir tan bonito este Cantar de los Perros. Si lo he sabido, mejor le pongo Cantar de otra cosa. Aunque, pensándolo bien, el perro es un animal muy inteligente y agradecido, que yo creo que sólo le faltó un grado para ser gente, y está bien ponerlo en letras de molde. Lo que sí no me gustó nadita fue que la persona que me hizo el favor de corregirme esta bonita poesía tuvo la bondad de quitarle un perro pinto, un amamellado y otro color ceniza que yo le había puesto, porque esos son los perros que me acuerdo haber tenido en mi vida, aparte de otros que no me acuerdo; pero la persona, creyendo que yo no la oía, dijo que ya eran muchos perros y con los tres que dejó era más que bastante, y hasta me parece que todavía le parecieron muchos, según la cara que hizo. Yo tuve que aguantarme por no tener una diferiencia con tan bondadosa persona; pero siempre no dejé de sentir algo feo. Aunque, por otra parte, puede que hasta bien haya salido. A ver si así escarmiento y se me quita la maña. ¡Quién me lo manda por andar de ofrecido, dando a corregir mis poesías! De repente hasta se me afigura que me cuadran más como yo las hago. Pero, siempre quién sabe, puede que mejor convenga pensarlo bien y no hacer las cosas al aventón y a lo que salgan, porque después andamos con los arrepentimientos y las dispensas.



NOTA ACLARATORIA
Estoy muy apenado porque el tepache no se hace como dije en la NOTA de la agradable poesía que se llama “MI PERRO NEGRO”.

Seguramente que la receta que pongo allí para hacer esa sabrosa bebida me la dieron ya con mala intención de hacerme quedar mal con las personas de buena fe que quieran hacer uso de dicha receta con fines meramente personales; pero después, una persona de conciencia me dijo que no se hace con la cáscara, pues eso se queda para los barrios y para la gente que no le gusta gastar; sino  con toda la piña, ya madura y de buena clase, y que, además, se le muele canela, lo que se alcance a coger con una moneda de a veinte, y se pone la olla a hervir en la lumbre.

Hago esta aclaración para que no vayan a creer que intencionalmente di mal la recete, con el malvado fin de que no le salga al que la quiera aprovechar.

Les suplico que no vayan a pensarse esto pues yo no soy capaz de hacerles una jugada de esa clase, ni menos de hacerlos gastar su dinero en una cosa desde antes sé que no les va a salir bien. Por eso pongo esta nota aclaratoria y mucho les encargo que no vayan a creer que fue de mala intención.

Su inútil y atento servidor.
EL AUTOR


fuente
: Ledesma, Margarito. Poesías. 12va edición. Talleres Gráficos: México, 1976. IMPRESO.




 
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