28.1.18

Sobreviviendo a la escuela pública: Semana 20


Al final de la semana 20 no escribí porque terminé agotada y con peste bubónica. Los alumnos llenos de gérmenes me estornudaron y tosieron encima y a pesar de que me pusieron la maldita vacuna esa de la influenza que me dejó el brazo adolorido por tres días terminé echando flemas y con dolor de huesos todo el fin de semana.
Así, pero en medio de 50 adolescentes aullando

Me sentía tan tan mal que el viernes terminé gritándole a la piojosa que se fuera de mi salón y llamé a soporte y oh sorpresa, soporte vino y se la llevó. El resto de su pandillita se ofendió tanto que dijeron que no se iban a quedar en clase de la foquin bitch esa (o sea, moi) y se fueron también. Yeiii.

El resto de mis alumnitos estaba tan en shock que se pusieron a trabajar.

Para esto, la nueva modalidad de la guayabita y las tostaditas es que si tienen mi clase se van a la del otro maestro y si es hora de la clase del otro maestro se vienen a la mía, así, de huevos.

Yo generalmente cierro mi puerta con llave, pero si me descuido 10 segundos las piojosas se cuelan y no hay manera de sacarlas, porque en esta grandiosa y excelente escuela los niños son los que mandan.

Además, como no es la clase que deberían estar tomando, en su infinita sabia mente adolescente eso quiere decir que no tienen que hacer las actividades académicas que el resto hace, por lo tanto se dedican a joderme mi clase gritando, sacando su teléfono y filmándose, jugando en sus computadoras y viendo películas a todo volumen, así, bien simpáticas. En teoría eso está prohibido, pero como en esta escuela no hay problemas de disciplina, y los papás y mamás de estas niñas no contestan el teléfono, aquí su cocodrilo no puede hacer nada.

Pero por fin me harté y el viernes las corrí a la chingada.

La otra cosa que sucedió esa semana fue que me insisten a que me meta al sindicato de maestros y maestras de Vacalandia, pero el problema es que el sindicato fue creado específicamente para que yo y gente como yo jamás pudiera ser contratado de manera permanente.

Explico.

Para ser maestro (realmente, maestra) en Vacalandia uno tiene que tener una licencia de educadora de Vacalandia, que solo se obtiene tras estudiar la carrera de educadora en Vacalandia, mientras que se vive en Vacalandia y se hacen las prácticas de enseñanza en Vacalandia. Entonces por lo anterior es casi requisito haber nacido en Vacalandia para poder pagar como residente del estado y tener padres de Vacalandia que apoyen económicamente la educación y la vida de estudiambre.

Entonces, en la práctica, a pesar de que al menos el 45% de los estudiantes de las escuelas públicas tienen melanina, la mayoría, el 95%, de todos los maestros de este estado son blancos (blancas, la verdad).

Pero, como los morenos ya estamos llegando a posiciones de poder, se está exigiendo que contraten a gente pigmentada. Y pum, contratan a gente como yo, con experiencia, doctorado y melanina y nos dicen, sorpresa se tienen que regresar a la carrera y sacarla, tienen 3 años y cuesta 25 mil dólares, pero me puedes pedir un préstamo con 50% de interés.

Y, ¿eso qué tiene que ver con el sindicato, mi paranóica reptil? Se estarán preguntando.

Pues resulta que Vacalandia no sólo es un estado predominantemente blanco, es un estado predominantemente blanquísimo, con leyes de eugenesia (esterilización forzada)  que fueron copiadas por Alemania durante el periodo Nazi pero que siguieron vigentes aquí hasta la década de 1970, lleno de pueblos donde la gente morena no podía vivir ahí o los linchaban (sundown towns, los llaman), y que una vez que terminaron las leyes de segregación racial se crearon sindicatos de trabajadores que protegían la labor de los trabajadores blancos. Así, solo se podía contratar gente que estaba en el sindicato y sólo podías estar en el sindicato si habías nacido en Vacalandia, de padres Vacalandeses y haber sido educado en Vacalandia con experiencia laboral Vacalandés, y básicamente, ser rubio, blanco y de ojo azul.

Pero, al mismo tiempo, el sindicato se crea para darle visibilidad a las maestras y hacer respetable la labor docente. En un principio, obvio, solo los hombres estaban a cargo de las posiciones administrativas, así que las mujeres se juntaron y crearon un sindicato de maestras en donde se mostrara rigor para ser educadora (por ejemplo, tener una certificación que sólo podía obtenerse si se iba a la universidad y se cumplían un cierto número de horas de prácticas profesionales y se creaba un portafolio, etc.). Asímismo, poder tener sueldos (semi)dignos y una carga laboral humanamente (casi) posible. (si quieren saber más de la historia de los sindicatos de maestras en gringolandia ).

Así que como todo en este país, por un lado es positivo el sindicato porque protege al trabajador, pero por otro, es imposible cumplir los requisitos para estar en el sindicato si uno no tiene ese perfil familiar y racial.

Pero la mera mera mera verdad, para hablarles sin pelos en la lengua (que no tengo) es que me cayó como patada al hígado cuando la representante, Ms. Rebecca me dijo que debía unirme porque cuando el gober de ultra derecha de este poco pigmentado estado prohibió los sindicatos, ELLA misma, junto con el resto del sindicato de maestras de vacalandia, salió el primer día a liderear las protestas “mira, Ms. Lizard, toca mi camiseta, estuve ahí, desde el PRIMER DÍA.

Pero da la casualidad que su lagartija, de hecho sí estuvo ahí desde el primer día y además sacó fotos, no vio a Ms Rebecca, por lo tanto ahora desconfía más del blanquisindicato.


Así que...
Tomen su sindicato


Por último, parece que el estado está votando esta semana para que cambien las formas de certificar a los maestros y maestras para que haya una forma que se incluyan de alguna manera a los morenos (bueeeno, no lo dicen así, porque si lo dicen así nos queman las casas, están diciendo que hay una escasez de maestros y los esfuerzos para reclutar maestros de otros estados no están funcionando, que quizás plantear utilizar otros métodos de certificación, como exámenes o contar la experiencia.).
¡Los niños! ¡Piensen en los niños!

Así que esta próxima semana voy a hablar a la oficina central con respecto a mi futuro (aka, ni con la lámpara de Aladino me reinscribo en la universidad) y luego tenemos una junta con la superintendente que quiere saber nuestras sugerencias (aunque lo dudo, estas juntas son las Beckies hablando y las pigmentadas escuchando) pero nos mandó un muy decente invitación la cual estaba dirigida a: “Dear Teacher of Color”, o en castizo, “Querida Maestra Coloreada”.

Fin.

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