2.5.13

A la reja con todo y chivas


No había querido darles más noticias del gato usado que adoptamos, Simón, el gato. Sé que después de aquella ocasión en la que escribí sobre la adopción de Simón, en ese entonces Smoke, hubo gente que inspirada por la historia fue a adoptar a sus propios gatos y perros y son tod@s felices ahora.

Por lo tanto, guardé silencio.

Pero quizás también contar historias diferentes puede contribuir a la adopción de más y más gatitos y perritos.
¡Ja ja ja ja ja ja! Cómo no.


La verdad, es que ha sido difícil.

Simón, el gato usado, persigue al gato maravilloso cada que puede, lo araña y a veces (gulp) trata de montárselo. Mi gato maravilloso es bien finoles así que lo ve con esa cara que se hace cuando en el metro alguien te hace un arrimón de camarón. Luego mi gato corre y llora en una esquina debajo de un sofá.

Cuando estoy revisando cosas de mis alumnos, se come mis exámenes.
None shall pass!!!



Se chingó la alfombra con sus uñitas.
La entrada

Arañó los marcos de las puertas.
Aquí es cuando casi la edigator le rompe las patitas a un animalito.

Yo, la verdad, salía al balcón a fumarme un cigarrito y atender a mis plantitas (estoy plantando tomates y chiles y hierba gatera y ¡un repollo!)
A ver qué tal sale, ya lo voy a trasplantar como en una semana.

Así que con meditación y paciencia, todo eso estaba librándolo más o menos, con feromonas y una botellita de agua y gritos.

Traté de cortarle las uñas a Simón el gato, para que no se subiera por las paredes, pero sólo podía quitarle una a la vez, porque se puede hacer eso sólo cuando está dormido. 

Le puse aceite de oliva a las puertas, pero mi gato se puso a lamerlas (porque resulta que es fans del aceite de oliva, el aceite de oliva y las astillas, parece). Puse tablas donde Simón el gato usado rascaba la alfombra y le hicimos una serie de afiladores para satisfacer sus necesidades. El gringo marido salió muy diestro en la creación de afiladores.
Se los deja baratos, 1 por $10 ó 2 por $20 (dólares)

Pero entonces llegó el colmo. La (ver)gota que derramó el vaso.

Simón, el gato usado, ¡se cagó en mi repollo!
¡CACA!


Cualquier otra persona desde hace mucho hubiera sacado a Simón, el gato salvaje, a la nieve o al menos lo hubiera regresado a la perrera. El problema (como ya les había comentado), es que al idiota lo han regresado tres veces, las posibilidades de que un granjero lo fuera a adoptar para protegerle el ganado eran remotas. Regresar a Simón, el marrano, probablemente indicaba su muerte.

Así que compré una jaula.
¿Miau?


Antes de que se me pongan fuscias, investigué y leí y bueno, ya les iré contando si funciona, pero parece que con unos dos o tres meses de jaulificación habrá paz.

Simón, el cerdo, duerme en la noche en la jaula a un lado de nuestra cama y así protejo mis puertas y alfombra. El resto del tiempo está afuera.

Cuando Simón, el puerco, persigue al gato maravilloso lo meto 10 minutos a la jaula como castigo. Si sale y lo vuelve a perseguir, otros 10 minutos como castigo. Lo máximo han sido 2 veces seguidas, parece que ya está relacionando que la paz en la casa implica estar afuera de la jaula, y la guerra jaula.

Cuando mi gato maravilloso le da un zarpazo en la nariz al Simón, el cochino, (ha pasado una vez, porque mi gato es maravilloso), al gato maravilloso le tocan 10 minutos de jaula.

Para que vean que Foucault es aplicable a la artes felinas.

Y le puse piedras a la maceta de mi repollo.



Para chuparse los dedos.

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