Pues ayer mi
gringo marido hizo Chilli. El Chilli es una sopa tradicional de su pueblo,
hecha de carne molida con cien mil chiles y frijoles, y con más o menos un
chingomil de especias y tomate. Al final va rematado con un kilo de queso
cheddar. Todos los que lo han probado aseguran que es un plato picante que se
disfruta dos veces, de entrada y de salida.
Chilli tradicional |
La verdad, le
quedó riquísimo, yo me serví como tres veces.
Los invitados quedaron satisfechos, echando halagos y vítores al chilli y al chef. Hubo, como quien dice, un
chilli fest.
Hoy, porque
amanecimos con la idea de que el dinero no sólo crece en árboles, sino que
tenemos una huerta equipada con migrantes que nos lo van a recoger, nos fuimos
a comer a un abundante, delicioso y all-you-can-eat buffet. Tras el buffet me dije, “edigator, camínale o ruédale”, así
que decidimos bajar la comida con un paseo tranquilo por el mall bajo la sombra de los anuncios
espectaculares y música de elevador (tradición típica de un fin de semana en gringolandia).
Pues a medio
camino que siento un retortijón en la barriga... ¡el chilli! Supongo que el buffet había
empujado todo y reclamaba su espacio.
Arghh... ¡Necesito ir al baño ahora! |
Le digo a mi
gringo marido, “Marido, ahhhorita vengo!”. Y corrí.
Entro al baño y de veras, en cuanto me senté, se me puso la piel de gallina, sudé tantito y como si los ángeles del
apocalipsis estuvieran tocando sus cornetas salió expelido el ex-chilli con
olores pútridos y repugnantes. Se me alació el pelo de la peste. Y en eso que
la chica en el baño de a un lado mío dice “omaigod, puaj” y... ¡que se vomita!
Pero se vomita
como si la mujer hubiera engullido quince litros de refresco con una sandía
hecha pedacitos, sonó a una inacabable cascada con textura. Luego entre vómito
y agarrar aire volvía a decir “omaigod” y pues yo continuaba descomiendo, así que la pobre mujer vecina mía repetía cascada.
Chale, nunca
había hecho vomitar a alguien vía pedos.
Subí un poco los
pies para que no reconocieran y me esperé un ratito para que la pobre terminara
de vomitar y luego enjuagarse la boca y salir haciendo ruidos de arcadas
gástricas. Luego me dio un ataque de risa que vino celebrado con otras tres fétidas flatulencias, terminé mis afeites y salí mucho más ligera.
Afuera me esperaba mi gringo marido que puso un poco de cara de confusión cuando le dije "Acabo de descubrir mi súper poder". Y ya, seguimos caminando.
Fin.
3 comentarios:
yo si me cague, pero de RISA!!
MAGNIFICA!
jajaja, ¡qué vergüenza!
Creo que nos vamos a hacer vegetarianos ahora.
Vegetarianos, no has olido los pedos que produce la coliflor y el repollo???
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