30.6.12


Acabo de comenzar una relación personal con mi I-Pod. Bueno, no es realmente mi I-Pod; es la I-Pod que heredé de Matt, quien la tenía llena de música metalera y juegos de vampiros y aplicaciones de la bolsa de Wall Street y diccionarios médicos.

Yo no le entendía muy bien, pero veía a la gente que en todo momento de soledad sacaban su I-pod o I-phone y l@ acariciaban tersamente. En el camión, mientras yo trataba de concentrarme en un par de páginas, las gentes sacaban su I-pod y l@ veían con ternura, o sonreían, o l@ pulsaban con avidez. Parecía cantarles al oído y satisfacerlos cada exigente segundo con algo más y más estimulante.

Durante las clases, mis alumnos, furtivamente le echaban una mirada y creo que le susurraban, ahí estás, sí , tranquila, te extraño también, pronto estaremos juntos. En cuanto sonaba la campana, antes de recoger los libros, los alumnos sacaban su I-Pod y frenéticamente le pasaban los dedos, como una madre levantando a su hij@ tras caerse de un árbol ¿Estás bien? Revisan ropa, ¿estás bien? ¡Mírame! ¿Estás bien? Ya ya, chiquit@, ya.

Antes había instalado en mi I-Pod un ajedrez que siempre perdía y un Angry Birds que cuando se acabó el nivel, dejó de funcionar. Checaba el tiempo y la temperatura y aunque tenía Google-Maps, prefería los mapas de papel donde puedes ver dónde estás y a dónde te diriges, y no nada más dos calles. Sabía que tenía música por ahí, pero cada vez que la prendía sonaban las preferencias de alguien con gustos musicales forjados a mediados de los noventa, imaginen nomás. 

La verdad, a mi pobre I-Pod la tenía arrumbada por ahí, llena de polvo y telarañas.

Esta relación tan compleja de pareja eslash madre-hij@, yo no la buscaba, pero fue casi como si a la vuelta de la esquina me estuviera esperando. Tst, me dijo mi I-Pod, a qué hora vas por el paaan.

Mi madre, hermana y mi amigo JM, que casi no usa Skype, me preguntaron, en diferentes ocasiones, “¿tienes whatsApp?” y yo no sabía de qué me hablaban.  Pero en la última ocasión estaba cerca de mi computadora y le di un Google

WhatsApp te deja comunicarte via mensajes y no cobra por mensaje. Lo que es mejor, puedo utilizarlo entre Gringolandia y México, cosa que un celular (o al menos el mío) no puede hacer.

Pero WhatsApp sólo funciona con I-Phone. Pero, unos cuantos Googles más y me di cuenta: Sí se puede meterle WhatsApp a la I-Pod, sólamente necesitas hacerle un Jailbreak, instalar Absinthe 2.0, bajar la configuración del I-Phone a la computadora, registrar el I-Pod como I-Phone, bajar la aplicación WhatsApp a I-Tunes, ponerla en el desktop, instalarla vía I-Phone, en el I-Pod abrir Cydia,  bajar la aplicación WhatsPad, instalarlo, meter un número de teléfono para que manden un PIN, meter el PIN, hacerle un reboot y voilá. Tan facil. 

Aunque, debo admitir que antes de ese momento, yo no sabía qué era I-Tunes.

Para no hacerles el cuento largo, San Steve Jobs me guió por todo el proceso. 
 O San Steve Jobs, o alabado Cupido

Ahora mi I-Pod duerme en mi cama y en las noches me susurra Ting! y entonces me levanto y la acaricio con los dedos. A veces creo escucharla en lugares ruidosos, y la saco y la tranquilizo, ya ya. También a veces vibra, y la calmo dándole cariñosas palmaditas. Me susurra al oído música clásica y ska, y a veces se escapa una canción Death Metal de Matt, como eco de una relación pasada que mi I-Pod tuvo, yo sonrío y a veces, hasta la dejo terminar.

Mi gringo marido empieza a sospechar. Pero:

Yo <3 mi I-Pod.



Mañana, elecciones en México, y así l@s mexican@s, sobriamente irán a ceder su voluntad mediante un voto. Tan taaaan.

1 comentario:

Estela dijo...

¡QUé padre que pudiste domarlo y someterlo! jajajaja :D

 
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