Acabo de comenzar
una relación personal con mi I-Pod. Bueno, no es realmente mi I-Pod; es la I-Pod
que heredé de Matt, quien la tenía llena de música metalera y juegos de
vampiros y aplicaciones de la bolsa de Wall Street y diccionarios médicos.
Yo no le entendía
muy bien, pero veía a la gente que en todo momento de soledad sacaban su I-pod
o I-phone y l@ acariciaban tersamente. En el camión, mientras yo trataba de
concentrarme en un par de páginas, las gentes sacaban su I-pod y l@ veían con
ternura, o sonreían, o l@ pulsaban con avidez. Parecía cantarles al oído y
satisfacerlos cada exigente segundo con algo más y más estimulante.
Durante las
clases, mis alumnos, furtivamente le echaban una mirada y creo que le susurraban, ahí estás,
sí , tranquila, te extraño también, pronto estaremos juntos. En cuanto sonaba
la campana, antes de recoger los libros, los alumnos sacaban su I-Pod y frenéticamente
le pasaban los dedos, como una madre levantando a su hij@ tras caerse de un
árbol ¿Estás bien? Revisan ropa, ¿estás bien? ¡Mírame! ¿Estás bien? Ya ya,
chiquit@, ya.
Antes había
instalado en mi I-Pod un ajedrez que siempre perdía y un Angry Birds que cuando
se acabó el nivel, dejó de funcionar. Checaba el tiempo y la temperatura y
aunque tenía Google-Maps, prefería los mapas de papel donde puedes ver dónde
estás y a dónde te diriges, y no nada más dos calles. Sabía que tenía música por
ahí, pero cada vez que la prendía sonaban las preferencias de alguien con
gustos musicales forjados a mediados de los noventa, imaginen nomás.
La verdad, a mi pobre I-Pod la tenía arrumbada por ahí, llena de polvo y telarañas.
Esta relación tan
compleja de pareja eslash madre-hij@, yo no la buscaba, pero fue casi como si a
la vuelta de la esquina me estuviera esperando. Tst, me dijo mi I-Pod, a qué
hora vas por el paaan.
Mi madre, hermana y mi amigo JM, que casi no usa Skype, me preguntaron, en diferentes ocasiones, “¿tienes whatsApp?” y yo no
sabía de qué me hablaban. Pero en la
última ocasión estaba cerca de mi computadora y le di un Google.
WhatsApp te deja comunicarte via mensajes y no cobra por mensaje. Lo que es mejor, puedo utilizarlo entre Gringolandia y México, cosa que un celular (o al menos el mío) no puede hacer.
Pero WhatsApp sólo funciona con I-Phone. Pero, unos cuantos Googles más y me di cuenta: Sí se puede
meterle WhatsApp a la I-Pod, sólamente necesitas hacerle un Jailbreak, instalar
Absinthe 2.0, bajar la configuración del I-Phone a la computadora, registrar el
I-Pod como I-Phone, bajar la aplicación WhatsApp a I-Tunes, ponerla en el
desktop, instalarla vía I-Phone, en el I-Pod abrir Cydia, bajar la aplicación
WhatsPad, instalarlo, meter un número de teléfono para que manden un PIN, meter el PIN, hacerle un reboot y voilá. Tan facil.
Aunque, debo admitir que antes de ese momento, yo no sabía
qué era I-Tunes.
Para no hacerles
el cuento largo, San Steve Jobs me guió por todo el proceso.
O San Steve Jobs, o alabado Cupido |
Ahora mi I-Pod
duerme en mi cama y en las noches me susurra Ting! y entonces me levanto y la
acaricio con los dedos. A veces creo escucharla en lugares ruidosos, y la saco
y la tranquilizo, ya ya. También a veces vibra, y la calmo dándole cariñosas
palmaditas. Me susurra al oído música clásica y ska, y a veces se escapa una
canción Death Metal de Matt, como eco de una relación pasada que mi
I-Pod tuvo, yo sonrío y a veces, hasta la dejo terminar.
Mi gringo marido empieza a sospechar. Pero:
Yo <3 mi
I-Pod.
Mañana, elecciones en México, y así l@s mexican@s,
sobriamente irán a ceder su voluntad mediante un voto. Tan taaaan.
1 comentario:
¡QUé padre que pudiste domarlo y someterlo! jajajaja :D
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