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Ah, la democracia. Donde la tiránica mayoría (que ni tiene que ser el 51%, si no el grupo más numeroso de las minorías), puede decidir sobre los asuntos tales como hacer jabón a los sucios judíos, anularles el derecho de matrimonio a los siniestros zurdos (al fin que son sólo el 10%), esterilizar a los incultos y paupérrimos indios, seguir la matanza de las vulgares y sensuales mujeres de las sórdidas maquilas en Juárez, y todas esas bellas cosas que sólo porque un grupo poderoso las desea resultan ser moralmente aceptables, incluso buenas.Pero luego, zaz, los ciudadanos (con dinero) se convierten en esa puerca minoría y se andan quejando que los narcos los andan matando en los restorantes o en el cine. ¿pero, oh por qué? Si fue democrático.
Es obvio que en el momento que uno somete su voto somete su voluntad.
En el instante que uno escoge al menos peor está aceptando tácitamente lo que ocurra. Acepta que su participación es firmar una boletita, tras tras, y callarse cuatro o seis años. Acepta que lo que la mayoría decida será lo mejor. Acepta todo, calladito, sin problemas, sin libertinaje. Entonces es peor que una dictadura, porque al menos en la dictadura hay un diabólico opresor, y en estas democracias patito existe una autoregulación del silencio.
Unos dicen que en estas elecciones uno debería anular el voto (como si sirviera de algo que un senador gane con 2 votos y no con 40,000). Es un pequeño parche para no votar por el menos peor. Cuando el deber ciudadano sería, cuando menos, lanzar un mortal virus que ataque solamente a los cerdos políticos con una influenza pulmonar… hmmm... o bueno…, la otra sería votar por Cepillín. Al menos él sí admite que es un payaso.
2 comentarios:
cepillín for the win, digo si swarzeneger va para su segundo termino en california...
porque no!
te salió del alma este post.
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