4.9.08

the hippy killer

Oh la vida hippy no es para mí. Yo vengo de la ciudad, y estoy de acuerdo, visitar la selva por la mañana es re bonito, pero sobre todo porque uno regresa a los videoclubes y las regaderas y los baños a los que les jalas y se va todo a algún lugar del Caribe de cuyo nombre no nos interesa ni importa conocer (es como la basura, uno agarra, la mete en bolsita y se pierde en lalaland).
El caso es que la transportación ecológica la había logrado por medio de una bicicleta prestada de la tardesoleada nora. El primer intento de insubordinación de la terrible rila sucedió cuando fue a insertar su llanta delantera en las vías del tren y yo empecé a aprender a volar.
Mind me, que la batiscafa me había obligado bajo chantajes sentimentales y coerciones a utilizar un casco protector para mi testa (yo creo seinfeldianamente que si uno está ejerciendo actividades que promueven la salida violenta del cerebro, o uno deja de hacerlas o uno se somete. Eso de andar protegiendo partes vulnerables con pseudo objetos que son más psicológicos que nada, no. Nomás no.)
En fin. La segunda elevación involuntaria fue efectuada al tratar de subir las escaleras de la casa morada. La pérfida se irguió en su llanta trasera, pataleó y sacudióse de tal forma que yo, ella y una innocent (not very) batiscafa bystader fuimos derribadas en un jardín de ortigas no susurrantes, pero sí bastante raspocitas.
Hoy, con lluvia y frío la volví a montar, y en una deleitable bajadita, al tratar de evitar un charco lodoso nos trepamos en la banqueta. La siniestra derrapó y lanzóme contra una reja y después, no contenta con esa pequeña humillación de mi persona, se aventó tras de mí, haciéndome caer como plomo en charco con mejilla, manos y piernas enredadas en sus tubos. Los vehículos se detuvieron, los gringos se aproximaron, trataron de darle unos latigazos a la infame, pero reviró, gruñó y echó espuma, yo me sacudía la ropa y palpaba mis pulsantes y ahora deformes y purpuráceos miembros. Pobre edigator.
Les iba a poner una foto de la proterva, que de haber sido mía la hubiera agarrado y aventado al mentado lake monona, pero al ser propiedad de la tardesoleada N., debí re-montarla, semi domarla y dejada amarrada de los cuernos y colmillos en una de esas cosas que sirven para contener a todas esas mórbidas rilas.
Y como el dolor compartido es menor, enjoy:

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