Semana 11
Hay un
alumno que fue los primeros 4 días y luego dejó de venir. Y como todos los
niños y niñas de este país tienen que estar educados (jajaja), se involucró a
trabajadores sociales, maestras de educación especial y las autoridades locales
para lograr un plan para que el niño quiera venir a la escuela y no pasarse
todo el día en cama jugando videojuegos.
Mamá le
dice, “hijito mío, vamos a la escuela.”
Y el hijito
le dice, “cállate puta, no sirves para nada, perra, zorra.”
Mamá llora
y le compra otro videojuego.
El plan es
que una trabajadora social lo recoge como a las 9 de la mañana en su casa (las clases empiezan a las 7, pero a hijito no le gusta levantarse temprano), lo trae a la
escuela y sólo tiene que quedarse hasta el recreo. No tiene que hacer nada,
excepto respirar y no podemos exigirle nada. Su único objetivo es asistir a la
escuela.
Hijito
llegó el lunes o algo así, se salió de mi salón, lo agarraron en otro lugar visitando
a un estudiante, que llamaremos aquí para efectos prácticos, alcaponito, y los
metieron a hijito y a alcaponito a un cuartito para que pensaran en lo mal que
se portaron. Trabajadores sociales, maestras de educación especial y las
autoridades locales pusieron el grito en el cielo, lo “liberaron” y regañaron a
los maestros que lo reportaron vagando en los pasillos.
El martes
hijito trajo un arma. Se la iba a vender a alcaponito. Pero los maestros lo cacharon,
le llamaron a la policía (usamos el código rojo y toda la cosa) y suspendieron
a hijito por dos días.
Dos días porque aunque es ilegal traer un arma, el
estudiante no dañó a nadie. Hasta que no haya agresión intencional y directa de
un estudiante a otro estudiante, no se procede. Si la agresión es a un maestro
o maestra, solamente se procede si la agresión intencional y directa ocurre más
de una vez con un mismo maestro o maestra.
Pero trabajadores
sociales, maestras de educación especial y las autoridades locales pusieron nuevamente el
grito en el cielo porque hijito no puede ser suspendido, ya que su único
objetivo es asistir a la escuela y una suspensión va directamente en contra de
su objetivo.
El jueves,
hijito regresó y lo volvieron a cachar vagando por los pasillos con alcaponito.
Pero los maestros aprendemos y ya no lo metieron al cuartito, nomás le dijeron
con mucho amor y ternura que regresa a tu salón, porfavorcito, amorcito, mira
queridito que es por tu bien.
El viernes,
como aquí su lagartija es invisible, hijito se puso a vender droga frente a mí. Bueno, otro
estudiante le dio 30 dólares e hijito le dijo que era buenísima, que no raspaba
nada, que lo iba a hacer reír, y con 30 dólares le alcanza para 3 churros,
porque vende a 10 el churro.
Pedí apoyo,
se llevaron a hijito con sus 150 dólares producto de las transacciones del día.
A la media hora regresó hijito a mi clase. Como no le encontraron drogas encima, no había
pruebas. Y así aprendí que su servilleta no sólo es invisible para los y las
adolescentes, sino también para los trabajadores sociales, maestras de
educación especial y las autoridades locales.
La
siguiente semana es el día del pavo y por primera vez entiendo por qué los
gringos lo usan para dar gracias.
Me siento
infinitamente agradecida, quiero gritar: ¡Gracias! ¡Gracias! Que no tendré que
ir a trabajar por cinco días.
Gobble Gobble |
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