17.1.13

¡Legos!

Pues con la nieve y el frío del invierno de vacalandia, a mi gringo marido le empieza a dar algo que se llama Cabin Fever. Es lo que sucede por estar encerrado mucho tiempo, sin salir a la luz del día y que concluye en agarrar un hacha y hacer ceviche a todo ser vivo que se le pare enfrente.

Por lo tanto, Santa Clos le trajo un bote de Legos, que combinados con su colección anterior le produjeron más dicha que un gato suelto en una marisquería. Pensó en proyectos, pero como su mente estaba en modo escape, seleccionó un edificio que veía todos los días en la primavera.

Van Hise Hall.
Obviamente, sin nieve.
Así que puso manos a la obra (y el hacha fue cuidadosamente escondida por la edigator).

Aquí su proyecto:
Primeros días.
Debo añadir que si se ve chueco
 es porque yo mientras me dediqué a  celebrar etílicamente el Maratón Lupe-Reyes.
Y finalmente, el día llegó... ¡construcción terminada!

El de la izquierda pareciera que está en el defe, ¡hic! digo ¡ja!

Ya concluído el edificio, se tomaron fotos de varios ángulos.
Van Hise posando, pajarito acá, derecha, izquierda, clic clic.
¡Perfecto!
Y después lo convencí que la parte más emocionante de todo esto sería la destrucción, así combinaríamos sus deseos apocalípticos insatisfechos.

Cámara en mano, mi tigre marido en calzones dijo ¡pum!


¡pum!

Y con un movimiento de brazo, las vacaciones terminaron.

Hay que recordar que lo más importante es el recorrido, no el destino final. Eso, y no matarnos los unos a los otros.

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