Como el gato es maravilloso y finísimo felino
Decidimos romper la alcancía y regalarle una fuente de agua. Agua pura y fresca que podría beber feliz durante las mañanas y tardes.
Fuimos entonces a las tiendas de mascotas nice y aparentamos ser más finos de lo que éramos y nos aventamos una inversión considerable en la búsqueda de la felicidad gatuna.
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Llegamos con la fuente a la casa.
La conectamos...
rrrrrrrr...
Y como era de esperarse, el gato, cual gacela con un cuete en la cola, se subió a lo más alto de los libreros y desde las alturas mostraba lo despavoridamente aterrorizado que estaba de la fuente. Porque es un gato maravilloso, pero bien cobarde.
Nos miraba desde lo alto.
De vez en cuando lanzaba lastimeros y secos miaus.
Decidí ignorarlo y esperar.
Y un día (¡porque fueron días!)...
Woohoo. Aleluya. El gato bebió.
Y así pasamos un feliz mes, donde el risueño gato sediento corría y metía radiante su cara en la fuente y sorbía satisfecho.
Pero ayer el rrrrrr no se oía más.
Sólo había silencio.
La maldita fuente que todavía no terminábamos de pagar se había jodido.
Se chingó la chingadera. No manches, ¡se chingó la chingadera!
Traté de sacudirla, lavarla, desarmarla, y entonces lo supe todo, porque vi el motor.
Hombre, chingado, y ¡además se burlan!
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