El primer Sol que fue cimentado, su signo fue 4 Agua, se llamó Sol de Agua. En él sucedió que todo se lo llevó el agua. Las gentes se convirtieron en peces (o como quien dice: Inic ce tonatiuh on manca in itziuccan 4 atl initonal mitoa atonatiuh inipan in ye icuac in mochiuh in atoco ac in anenextihuac in tlacamichtihuac).
Dicen otros que Dios castigó a sus humanos con una lluvia de 40 días y cuarenta noches (los engreídos unicornios no se quisieron subir al arca y se ahogaron).
En el Gilgamesh el dios destruye a Shuruppah con una inhundación.
En la Teogonía Zeús envía una lluvia para aniquilar a los maliciosos.
Castigos para los mortales, culposos de pecados innombrables que el universo les brama cobardes, malvados, mueran malditos…
Y así pasó, se abrieron los cielos y cayeron las aguas, la tierra se hizo lodo y los que pudieron flotar lo hicieron, los que no se hundieron.
¿A qué viene esto?
Que con las lluviecitas del miércoles y jueves se tapó el drenaje de mi patio y se metieron galones, ¡qué digo galones,! albercas, lagos, mares a la casa.
Toda la parte de abajo con sus respectivos utensilios, refri, sala, bocinas, televisión y mi tapete, oh mi tapete, navegaban cuando abrí la puerta.. El gato, postrado en lo más alto de la mesa del comedor maullaba desconsolado. Oh tragedia, barrí, trapée, sequé, exprimí, sufrí, lloré, y puse dos abanicos cruzados para que echaran aire.
Traté de corregir los daños, pero los aparatos electrónicos, oh, oh.
Hoy, la mayoría de las cosas ya está casi seca, pero en verdad… la mayoría de las cosas ni era mía.
Oh well.
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