Julio Cortázar
tenía un gato llamado Theodor W. Adorno, o realmente no. No lo tenía.
Era un gato libre que
vivía en un pueblo en donde Cortázar vacacionaba. Un día que volvió al pueblo,
Theodor W. Adorno vio a Cortázar y lo ignoró. A mí se me hace que Theodor W. Adorno lo extrañaba y al
verlo le dio tanta rabia por haberlo dejado solo, que le dejó de hablar. Luego
eso hacen los gatos.
Cortázar y gato |
El
cuento “Orientación de los gatos”, el personaje Osiris, ese ajolote maullador,
le hace un guiño a ese momento a Theodor W. Adorno, gato.
Fragmento del cuento:
Llegábamos al
final de la galería, me acerqué a la puerta de salida ocultando todavía la
cara, esperando que el aire y las luces de la calle me volvieran a lo que Alana
conocía de mi. La vi detenerse ante un cuadro que otros visitantes me habían
ocultado, quedarse largamente inmóvil mirando la pintura de una ventana y un
gato. Una última transformación hizo de ella una lenta estatua nítidamente
separada de los demás, de mí que me acercaba indeciso buscándole los ojos
perdidos en la tela. Vi que el gato era idéntico a Osiris y que miraba a lo
lejos algo que el muro de la ventana no nos dejaba ver. Inmóvil en su
contemplación, parecía menos inmóvil que la inmovilidad de Alana. De alguna
manera sentí que el triángulo se había roto, cuando Alana volvió hacia mí la
cabeza el triángulo ya no existía, ella había ido al cuadro pero no estaba de
vuelta, seguía del lado del gato mirando más allá de la ventana donde nadie
podía ver lo que ellos veían, lo que solamente Alana y Osiris veían cada vez
que me miraban de frente.
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