Les voy a contar algo de mi gata Kim.
Yo estaba bien chiquita cuando ella llegó con nosotros. Porque así llegaban los gatos, de repente, como la lluvia.
Ella era gris y de buena familia. Tenía los dos ojos verdes y maullaba agudo. Como chillido de ratón, casi. Su novio, en cambio, era un vil gato montés.
Ella era gris y de buena familia. Tenía los dos ojos verdes y maullaba agudo. Como chillido de ratón, casi. Su novio, en cambio, era un vil gato montés.
Tenía gatitos cada mes y mi papá los metía en una caja y decía que los iba a regalar, y se los llevaba. Pero un día puso en la caja también a Kim, junto con sus tres chiquitos. La cerró y nos subió a todas a la camioneta. Dimos muchas vueltas, yo hasta me cansé, pero luego paramos a un lado de un monte (todavía había mucho monte en Monterrey). Mi papá se bajó con la caja y dijo ahorita vengo. Regresó un rato después sin la caja.
Como estábamos llorando nos compró un helado y nos prometió que la gatita iba a estar más feliz así... libre.
El gato montés siguió apareciendo en la barda como seis meses más, pero luego llegaron unos chamacos y le dispararon, y ya no lo volví a ver.
1 comentario:
sigh... :'(
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