Tres.
Tres.
¡Cuánto aprende uno con la naturaleza!
Aquí enfrente hay dos árboles y una barda de madera. Cada ardilla se colocó en uno de estos lugares y brincaba al otro, pero con un desfase exacto, bien preciso, pues justo antes de que la otra estuviera a punto de saltar, la inicial le caía encima y pum cuas singar y la de abajo nomás con las uñillas rascando, clic clic clic, como que bien no sabe, se retuerce se zafa y fuuush y se lanza a su vez sobre la otra y pum cuas singar clic clic clic y mientras la inicial se lava los bigotes, que ¡zaz! ya se descuidó y pum cuas le brinca la tercera y singar y clic clic clic. Todo es como en expresso doble hipercafeinado, pues para cuando agarré la cámara ya estaban las tres exhaustas y solamente le pude tomar a la inicial quien se autorrealizaba un trabajo de lengua (hazte pa atrás marilyn manson) mientras las otras dos practicaban un sesentaynueve con rabo atrás del árbol (tienen mucho rabo, peludo y del tamaño de su cuerpo, bien no vi cómo le atinan).
Ahh, qué las ardillas.
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Hasta me dieron ganas de fumarme un cigarro, el gato nomás suspiró y se fue a dormir.
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