17.12.17

Sobreviviendo a la escuela pública: Semana 14

Semana 14

Casi 100 días, de los cuales la mayoría son pinchitos. El resto son mega pinchísimos. O será que me estoy acostumbrando. 

La semana tuvo tres peleas de alumnis, culminando el jueves con una niña de once años agarrando a otra de las greñas, tirándola al piso y pateándole la cabeza. La del piso terminó en el hospital, a la pateadora la suspendieron un día. UNO. Al resto, que veía, aplaudía y filmaba mientras gritaba “hazla que muerda el escalón y luego patéala”, le quitaron el recreo.

Por otro lado, los y las colegas, en su mayoría, son gente muy capaz, muy cínica (requisito esencial para estar aquí) y generalmente muy simpática. 

El viernes tuvimos un PD, eso es día de clases para maestros y maestras (por sus siglas en inglés, desarrollo profesional), en el que mandan a todos los alumnos y alumnas a su casa y nos enseñan cómo no ser racistas.

El desarrollo profesional fue más del libro de la mercadóloga, con un énfasis en particular en las culturas orales (ajum, las latinas) que necesitan el lugar y espacio para hablar y desarrollarse colectivamente. Donde, dice, los blanquitos, cultura intelectual, tienen que permitir que las culturas orales existan sin que los ataquen por su particularidad oral.

En esas estábamos tratando de entender sus SLO (school learning objective), FG (focus group) y ACT (ni sé) cuando callan a nuestra mesa de 7 (de los únicos latinos y españoles de los 100 profesores de la escuela). Nos callaron. Ok, también estábamos compartiendo fotos y preguntando dónde conseguiste este chal, está di-vi-no. Pero hay modos.

Yo tenía preparado mi discurso para cuando nos callaran (nos callan siempre) y era, “si no quieren que hablemos, nos consiguen un traductor porque nos contrataron precisamente por hablar español” pero en vez de lanzar el midwestern “Do you mind?” nos aventaron un “¡cállense, de una buena vez!”. Ni a los perros les hablan así en vacalandia.

Así que yo me quedé con media mandarina en la boca y la becky gritona inmediatamente se justificó diciendo, “yo sé que ustedes no entienden inglés y están procesando la información porque en su cultura ustedes no entienden conceptos, pero cállense.” Algo así dijo, porque claro, yo no entiendo conceptos. Pero le quedó peor la respuesta. Todos pelaron los ojos. O O

Entonces, uno de los profesores latinos, pero totalmente bilingüe, le dijo, “yo sí hablo inglés y nací en Texas”.
Tómala, Becky

Entonces, zaz, la becky se sintió atacada, y se puso a decir que ella no era racista, y que no le entendimos,  bua, ¿por qué nadie me comprende? Y pasó algo que pasa cuando suceden estas cosas...


Lágrimas blanquitas: Un blanquito dice algo racista u ofensivo, la persona ofendida le dice “oye, eso no es correcto” y la ofensora llora y dice que no la entendieron y que por qué todos están contra ella. Entonces el resto de las beckies se levanta a abrazarla y a decirnos que “herimos sus sentimientos” y que “she didn’t mean it that way.” Etc. 

Al final del día, querían que el profesor latino se disculpara con la Becky (el profesor latino NO se disculpó con la Becky).

El otro highlight del desarrollo profesional fue que nos mostraron el estudio que les hicieron a los estudiantes para ver si se sentían a gusto con la escuela. El, no sé, 70% dijo que no, entonces nos enseñaron los parámetros. Los estudiantes blancos en su mayoría 80% dijeron que se sentían contentos y los afroamericanos en un 80% dijeron que no. Nos dicen, “tenemos que hacer que los afroamericanos se sientan contentos.”

Preguntamos, ¿y los latinos? Los latinos son el 40% de la escuela, más que los blanquitos. Poquitito más que los afroamericanos (que muchos no lo son, porque nacieron en otros países y no son ni africanos ni americanos ni mucho menos, afroamericanos, pero no les gusta decir “negros”). Nos respondieron, “los latinos no cuentan. No tenemos esos datos.Pum.  

NO CUENTAN.

Invisibles, silenciados, y cuando uno trata de decir algo, atacantes de blanquitas.

Fin.

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