3.7.11

Y olé


Yo siempre había sido mexicana, y bueno, sigo siendo, pero por razones de generaciones de migrantes y guerras y políticas y leyes nacionalistas, la anquilosada españolidad de mi abuelo me cayó encima hace 15 días. Un domingo.

 Wooo hoooo!  (fuente)

Primero brinqué de alegría y felicidad, la españolidá llegaba con sueños de euros, mobilidad ampliada, derechos permitidos exclusivamente a imperialistas colonizadores, calles limpias, hospitales donde se permite fumar, y lo mejor, poder decir que los españoles (osea yo) no zecean y además dicen “chale, chido y chingada madre, cabrón!” y que me vengan a decir que no y les parto la mauser a pasaporteadas.

Jo, mi hermanita sin visa gringa y yo con 2 (dos) nacionalidades y una greencard. 

Porque así se reparte el mundo entre la gente, simultáneamente entre los que no tienen ni un derecho quesque porque son migrantes sin documentos no pueden ni tener un trabajo ni rentar una casa ni salir a la calle; y aquellos privilegiados que tienen el salvoconducto que otorga derechos hasta para tener esclavos (porque finalmente eso son los turistas, ¿no? son quienes pueden comprar una semanita para ser tratados como amos).

Pero a los tres días el muerto empieza a apestar.













Ahora siento que traigo un fantasma encima, las manos manchadas de sangre. Cierro los ojos y llegan gritos y alaridos y brazos y piernas destrozadas y pueblos arrasados y peste y exterminio por la avaricia y la codicia y el querer ser lords. Los españoles que llegaron no venían a llenarse las manos de tierra y plantar una patria, venían como señores a explotar y tener sirvientes, a llenar los campos de sangre y sus bolsillos de oro.

Y por más que me lavo no se me quita. Me tallo con detergente foca y con cloro y no se quita la sangre
Y es que de la noche a la mañana me convertí en eso que odio, y ahora ¿qué hago conmigo? 
¿Cómo me quito esta sangre? ¿Cómo le saco la vuelta a estos muertos?
¿Cómo se sobrevive así?

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