EL CANTAR DE LOS PERROS
Dedico esta merecida poesía a todos
los perros que he tenido y a los que siga teniendo después; pero no al que
tengo ahora, porque yo he sabido de muy buena tinta que nunca se le pone a una
calle, a una plaza, a un mercado, a una escuela, a un jardín, a un teatro, a un
salón, a una calzada, a un pueblo, a una villa, a una ciudad o a cualquier otro
edificio semejante, el nombre de una persona viva, sino hasta después de que se
muere, y hasta he sabido también, no me acuerdo ni cómo ni cuándo, que allá en
la antigüedad, mandaron matar antes de tiempo a un señor que querían mucho en
una población, para poderle poner su nombre a esa misma población o a algún
edificio o calle de la localidad.
Por eso no le dedico esta poesía al COLIFLOR, que es el perrito que me
acompaña últimamente y que, la verdad, me ha salido muy vivo, muy cariñoso y
muy buena gente; pero no quiero que se me vaya a echar a perder dedicándole
esta poesía.
Su inútil
servidor,
EL AUTOR
I
MI PERRO CANELO
Yo tenía un perro canelo,
un perro muy entendido;
nomás le echaba un chiflido,
y hasta botaba en el suelo.
Le decía “vete”, y de iba;
“quédate aquí”, y se quedaba;
“bájate de ahí”, se bajaba;
“sube”, y subía para arriba.
Le decía “dame la mano”,
luego luego me la daba;
le decía “baila”, y bailaba
como si fuera un cristiano.
Le decía “ven acá, perro”,
y luego luego venía;
solo cuando no quería,
iba a esconderse en el cerro.
Todo lo que le mandaba
con mucho gusto lo hacía,
y si nada le decía,
él tampoco no hacía nada.
Tiraba piedras al cerro
y él iba y las recogía,
y luego hasta me traía
en vez de piedra, un becerro.
Pero no vayan a creer que era un
becerro grande, pues no hubiera podido con él; sino becerritos chiquitos, de
esos que todavía maman, y a veces un chivito o un puerco de tamaño mediano.
Era un perro de buen paso
que siempre me obedecía;
sólo cuando no quería ,
entonces no me hacía caso.
Le decía “no hables”, no hablaba;
“no comas”, y no comía;
“no tuesas”, y no tosía;
“no gruñas”, y no gruñaba.
Era un animal tan bueno
que todo, todo lo hacía.
¡Lástima que un policía
me le haya echado veneno!
NOTA.— Muy bien sé que no se dice
“gruñaba”, sino “gruñía”; pero si le hubiera puesto así no habría resultado el
verso, y entonces los que ustedes ya saben habían de decir que qué feo le
andaba haciendo yo. Por
eso le puse “gruñaba”.
II
MI
PERRO BLANCO
Yo
tenía un perrito blanco
que
se llamaba “El Jazmín”.
Era
un perro muy catrín,
muy
servicial y muy franco.
Nunca
andaba con mentiras,
siempre
decía la verdad;
por
eso en la vecindad
me
lo querían hacer tiras.
Al
decir que nunca andaba con mentiras y que siempre decía la verdad, no es que
quiera decir que aquel perro hablaba, pues entonces todos hubiéramos pegado la
carrera; sino que con sus acciones y sus modos de comportarse demostraba
siempre ser un perro verídico y merecedor de toda confianza, pues, cuando
ladraba, siempre pegaba la mordida, y, si no ladraba, se podía tener la
seguridad que no iba a morder, a menos que hubiera una causa repentina o que
fuera mucha la demalas del interfecto, como dice Pancho que les dicen en el
Juzgado Unico Municipal a los que perjudican otros.
Pues
él se daba sus tretas
y,
andando así, de puntillas,
se
sacaba las tortillas
y
luego hasta las chuletas.
Mas
no lo hacía de maldad
ni
con segunda intención,
ni
porque fuera gasmón
y ni
por necesidad.
Lo
hacía por notificar y
y
advertirles a las gentes
que estubieran muy pendientes,
no
las fueran a robar.
Y de
mucho les servía
las
advertencia de “El Jazmín”;
por
eso en este confín
todo
mundo lo quería.
Aunque
les diré en reserva
que
había también revoltosos,
mitoteros
y envidiosos
que
le querían echar yerba.
Parecía
bola de estambre
de
lo bonito que estaba
y
solamente ladraba
cuando
le apretaba la hambre.
Yo
lo tenía en mucha estima
y en
muy grande estimación.
¡Lástima
que un carretón
me
le pasó por encima!
NOTA.—Afortunadamente no le pasó por encima todo el carretón, pues entonces sí habría
estado malo el negocio. Sólo le pasó una rueda, pero con ésa tuvo, pues allí
mismo quedó, sin boquiar palabra.
III
MI
PERRO NEGRO
Yo
tenía un perrito negro;
le
decían “El Azabache”;
me
lo regaló mi suegro,
y le
gustaba el tepache.
Y
digo que le gustaba
porque
lo que después pasó,
pues
muy carito se vio
que
no le desagradaba.
Era
un perro juguetón,
cariñoso
y muy risueño,
que
quería mucho a su dueño,
y no
le daba ocasión.
Y
digo no se la daba
porque,
como yo era el dueño,
siempre
ponía todo empeño
en
saber por qué ladraba.
Y
nunca llegué a saber
si
era de tristeza o gusto,
si
de un dolor o de un susto
o
nada más por moler.
Era
muy considerado
y de
muy buen corazón;
nunca
mordía el pantalón
ni
le sacaba el bocado.
Ni
asustaba a los transeuntes,
ladrándoles
al pasar,
ni
les mordía el calcañar
ni
les pelaba los dientes.
Y
nunca andaba en parvadas
con
perros de malos tratos,
ni
sacaba los zapatos
de
las piezas habitadas.
Muy
bonito mi Azabache.
Mucho,
mucho, lo quería;
pero,
¡lástima que un día
se
me hogó con el tepache!
NOTA.— El tepache es una bebida muy sabrosa que se hace con cáscara de piña y con
piloncillo de la sierra, que se ponen a fermentar y que emborrachan al
cristiano que se va a de abuso; pero la verdad es que mi Azabache no se hogó
por la potencia ni por la fortaleza de la mistela, ni porque le haya dado en el
galillo ni por otra cosa semejante; sino porque una noche se cayó en un barril
de tepache que había dejado destapado, fermentando, y de allí no se pudo salir
a tiempo. Pero, de todos modos, esa desgracia que le aconteció viene a probar
que le gustaba esa clase de bebida, como ya lo digo en mi poesía, pues, al
haberse caido ene l barril, quiere decir que andaba haciendo la lucha y
buscando el modo. Si no, ¿cómo iba a cairse así nomás? Ni modo que desde lejos
hubiera podido cairse, sólo que lo hubieran aventado, y eso no era fácil, por
haber sido ya de noche.
OTRA
NOTA.—Al decir “mi suegro”, no vayan a pensarse que lo digo porque me haya
casado en estos días; sino porque es el papá de... ¡bueno!... de la hermosa
señorita que todos ustedes conocen y a la que yo le llevo mandadas como media
docena de cartas, y sólo estoy aguardando, con la esperanza de que me conteste
pronto, para saber de una vez a qué atenerme. ¡Quiera Dios!
IV
MIS
OTROS PERROS
Para
todos los perros que he tenido
y
para los que supongo que más tarde he de tener,
es
para mí un verdadero placer
dedicarles
este agradable corrido.
Porque
el perro es el amigo del hombre
y de
toda la humanidad,
y
bien vale su cariñosa amistad
que
de flores y versos el camino se le enalfombre.
Porque
si no nos preocupamos de su vida,
y no
tratamos de tenerlo grato,
nos
puede dar un mal rato,
pegándonos
una fuerte mordida
o
arrancándonos la suela de un zapato.
Trátenlo,
pues, con buena voluntad,
aunque
le tengan algo de recelo,
y,
sin dejar de alzarle pelo,
búsquenle
una buena conformidad.
Y
por eso a todos los perros amigos
gustoso
les dedico esta merecida poesía,
pues
es muy posible que se llegue algún día
en
que todos séamos valiosos testigos.
¿Testigos
de qué?— ¡Pues de qué ha de ser!
De
todas las cosas que puedan suceder.
NOTA.—Ni
de chanza llegué yo a pensar que me fuera a salir tan bonito este Cantar de los
Perros. Si lo he sabido, mejor le pongo Cantar de otra cosa. Aunque, pensándolo
bien, el perro es un animal muy inteligente y agradecido, que yo creo que sólo
le faltó un grado para ser gente, y está bien ponerlo en letras de molde. Lo
que sí no me gustó nadita fue que la persona que me hizo el favor de corregirme
esta bonita poesía tuvo la bondad de quitarle un perro pinto, un amamellado y
otro color ceniza que yo le había puesto, porque esos son los perros que me
acuerdo haber tenido en mi vida, aparte de otros que no me acuerdo; pero la
persona, creyendo que yo no la oía, dijo que ya eran muchos perros y con los
tres que dejó era más que bastante, y hasta me parece que todavía le parecieron
muchos, según la cara que hizo. Yo tuve que aguantarme por no tener una diferiencia
con tan bondadosa persona; pero siempre no dejé de sentir algo feo. Aunque, por
otra parte, puede que hasta bien haya salido. A ver si así escarmiento y se me
quita la maña. ¡Quién me lo manda por andar de ofrecido, dando a corregir mis
poesías! De repente hasta se me afigura que me cuadran más como yo las hago.
Pero, siempre quién sabe, puede que mejor convenga pensarlo bien y no hacer las
cosas al aventón y a lo que salgan, porque después andamos con los
arrepentimientos y las dispensas.
NOTA
ACLARATORIA
Estoy
muy apenado porque el tepache no se hace como dije en la NOTA de la agradable
poesía que se llama “MI PERRO NEGRO”.
Seguramente
que la receta que pongo allí para hacer esa sabrosa bebida me la dieron ya con
mala intención de hacerme quedar mal con las personas de buena fe que quieran
hacer uso de dicha receta con fines meramente personales; pero después, una
persona de conciencia me dijo que no se hace con la cáscara, pues eso se queda
para los barrios y para la gente que no le gusta gastar; sino con toda la piña, ya madura y de buena clase,
y que, además, se le muele canela, lo que se alcance a coger con una moneda de
a veinte, y se pone la olla a hervir en la lumbre.
Hago
esta aclaración para que no vayan a creer que intencionalmente di mal la
recete, con el malvado fin de que no le salga al que la quiera aprovechar.
Les
suplico que no vayan a pensarse esto pues yo no soy capaz de hacerles una
jugada de esa clase, ni menos de hacerlos gastar su dinero en una cosa desde
antes sé que no les va a salir bien. Por eso pongo esta nota aclaratoria y
mucho les encargo que no vayan a creer que fue de mala intención.
Su
inútil y atento servidor.
EL
AUTOR
fuente: Ledesma, Margarito. Poesías. 12va edición. Talleres Gráficos: México, 1976. IMPRESO.
Me. Encantan las poesías de Dn. Margarito Ledesma ! Gracias por deleitarnos así.
ResponderBorrarA sus órdenes. :)
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