La situación de
Ayotzinapa es la punta del iceberg de un problema muchísimo más grave.
Vivimos una
crisis humana donde impera la violencia de estado y la impunidad. Estamos en
momentos en donde la actividad económica es vista como la fuerza principal de
la humanidad y los seres humanos como entes productores al servicio de la
economía.
Escuché a alguien
justificar el darle comida a un niño hambriento bajo cuestiones de inversión a
largo plazo en idea de costo beneficio, que le costaba menos al estado
alimentar al niño que costear los gastos hospitalarios o incluso funerarios en
caso de que el niño muriera de inanición.
¿Cómo es posible
esto? Da un poquito de asco ser un humano así.
Así que yo me niego. Me niego. Tal como varias personas se niegan. Y yo no sé hacer otra cosa, hice lo que hago.
Está de visitante una artista, Laura Anderson Barbata y juntó a mucha gente con mentes similares. Ay así, haciendo lo que hacemos, mezclando el arte y el activismo... tuvimos... ¡artivismo!
Somos muchos, eh.
En
los últimos 30 o 40 años, los grupos nos hemos dividido y así ha sido más fácil
mantener la injusticia. Los pequeñísimos logros que se dan en cada contingente
mantienen un poquito de esperanza de avance, atole con el dedo es lo que nos están dando.
Yo creo que deberíamos
juntarnos otra vez. Finalmente, los grupos demandan lo mismo: que no nos maten, que no nos desaparezcan. Justicia. Lo mismo los que se oponen a que les quiten las reservas biológicas a los nativoamericanos para explotar el petróleo: La vida de la tierra vale más que el dinero.
En fin. Esto fue
lo que hicimos el sábado acá en la capital del queso.
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