5.8.12

A su chilli


Pues ayer mi gringo marido hizo Chilli. El Chilli es una sopa tradicional de su pueblo, hecha de carne molida con cien mil chiles y frijoles, y con más o menos un chingomil de especias y tomate. Al final va rematado con un kilo de queso cheddar. Todos los que lo han probado aseguran que es un plato picante que se disfruta dos veces, de entrada y de salida.
Chilli tradicional

La verdad, le quedó riquísimo, yo me serví como tres veces. 

Los invitados quedaron satisfechos, echando halagos y vítores al chilli y al chef. Hubo, como quien dice, un chilli fest.

Hoy, porque amanecimos con la idea de que el dinero no sólo crece en árboles, sino que tenemos una huerta equipada con migrantes que nos lo van a recoger, nos fuimos a comer a un abundante, delicioso y all-you-can-eat buffet. Tras el buffet me dije, “edigator, camínale o ruédale”, así que decidimos bajar la comida con un paseo tranquilo por el mall bajo la sombra de los anuncios espectaculares y música de elevador (tradición típica de un fin de semana en gringolandia).

Pues a medio camino que siento un retortijón en la barriga... ¡el chilli! Supongo que el buffet había empujado todo y reclamaba su espacio.
Arghh... ¡Necesito ir al baño ahora!

Le digo a mi gringo marido, “Marido, ahhhorita vengo!”. Y corrí.

Entro al baño y de veras, en cuanto me senté, se me puso la piel de gallina, sudé tantito y como si los ángeles del apocalipsis estuvieran tocando sus cornetas salió expelido el ex-chilli con olores pútridos y repugnantes. Se me alació el pelo de la peste. Y en eso que la chica en el baño de a un lado mío dice “omaigod, puaj” y... ¡que se vomita!

Pero se vomita como si la mujer hubiera engullido quince litros de refresco con una sandía hecha pedacitos, sonó a una inacabable cascada con textura. Luego entre vómito y agarrar aire volvía a decir “omaigod” y pues yo continuaba descomiendo, así que la pobre mujer vecina mía repetía cascada.

Chale, nunca había hecho vomitar a alguien vía pedos.

Subí un poco los pies para que no reconocieran y me esperé un ratito para que la pobre terminara de vomitar y luego enjuagarse la boca y salir haciendo ruidos de arcadas gástricas. Luego me dio un ataque de risa que vino celebrado con otras tres fétidas flatulencias, terminé mis afeites y salí mucho más ligera.

Afuera me esperaba mi gringo marido que puso un poco de cara de confusión cuando le dije "Acabo de descubrir mi súper poder". Y ya, seguimos caminando.

Fin.

3 comentarios:

  1. yo si me cague, pero de RISA!!
    MAGNIFICA!

    ResponderBorrar
  2. jajaja, ¡qué vergüenza!

    Creo que nos vamos a hacer vegetarianos ahora.

    ResponderBorrar
  3. Vegetarianos, no has olido los pedos que produce la coliflor y el repollo???

    ResponderBorrar