3.11.11

especial de jalogüín, 2011

Como no quería gastar dinero este Halloween, pero tenía ganas de participar en toda esta celebración cultural de excesos y mutaciones de espíritu, me compré un tubito de pintura blanca, me puse mi ropa negra y un chal, agarré unas flores de mi altar de muertos, y me disfracé de la catrina.

Los gringos me miraban con ese tipo de displicencia de quien mira al que hizo su disfraz en su casa con cajas de cerveza, pero aparentemente el resto de las culturas del mundo (al menos el resto que habita en Vacalandia), aparentemente apreciaron el disfraz. Lo demostraron al abrir sus ojotes, decir huy, algunos persignarse y dos, ¡dos! niños que empezaron a chillar tras verme. ¡Dos! Era como estar en la universidad otra vez. Qué deleite.
pose sexy, arrrr

Pues, tras esparcir el terror fuimos a casa de nuestros amigos NM y MJ, quienes tenían una bonita fogata. Como en Vacalandia hace un frío de la chinampina, mi parte frontal bubosa estaba calientita y al punto, pero mi escamosa espalda ajosa recibió todos los vientos polares que rondaban en torno al fuego.

Al día siguiente me empezaron a molestar las reumas y para el lunes estaba definitivamente descompuesta. Me dio un aire por el enfriamiento. Explicarle eso a mi gringo marido, mientras me agarraba el pecho y jadeando le decía “wind wind” resultó en una bella tarde en la sala de urgencias. Donde los médicos, me vieron dos segundos y determinaron que tenía que ser el corazón, así que comenzaron a inyectarme, sacarme sangre, medirme niveles de oxígeno y conectarme a maquinitas bip bip. Yo repetía y repetía, “no heart, wind”, pero estos médicos han estudiado casi año y medio y saben todo. Y si no, para eso están las máquinas, ¿no?

Debido a que los exámenes del corazón no arrojaron nada sustancial, me enviaron a mi casa, sin siquiera una aspirina o un relajante muscular. Me tomé un té y me dormí. Al ratito me despertó una llamada diciendo que había un positivo mínimo en uno de los exámenes. Sinceramente, los cocodrilos no hablan por teléfono, y menos en inglés. Yo no entendí nada más que que al día siguiente habría sesión de picotera again.

Martes y yo como los toros. Con banderillas y sin sangre. Pobres tristes toros.
muuu

Me llamaron en la noche para avisarme que tenía un positivo mínimo en uno de los exámenes, que podía ser una variedad de cosas y si empeoraba que fuera a urgencias. Yo les dije “wind” y relajante muscular que sonó a "relax di mussel", la enfermera repetía que si no podía respirar o si me ponía azul me fuera corriendo a urgencias. Así que me preparé otro té y me fui a dormir.

El miércoles alguien vio mis resultados y resulta que el positivo mínimo del lunes era menos mínimo al un positivo mínimo del martes y me llamaron para decirme que me iban a inyectar yodo en las venas y tomarme una foto de los pulmones, que no comiera y no bebiera agua desde ese momento hasta 7 horas después.

Pasivamente entré a ser paciente, pero unas dos horas antes caí presa del pánico y le hablé a mi médica de verdad, la de México, la que sí fue a la escuela y tiene una idea de cómo funciona el cuerpo humano. Me dijo que no pasaba nada, que me hiciera el examen y que me tomara 1,200mg de adviles para el dolor muscular cada 8 horas.

Pues fui entonces a la sala marcada radiación. 
pásele, pásele, tome asiento, ¿ya leyó la revista más aburrida del mundo del año pasado?

Para ese entonces ya traía un dolor de cabeza marca diablo, porque como el martes pensé que el mundo se iba a acabar decidí preservar el cuerpo en alcohol vía cerveza y tequila, y para hacerme el estudio radioactivo no podía tomar ni agua ni echarme las costillitas de cerdo al horno que habíamos preparado la noche anterior.

(Y aquí algo raro, cuando me metieron la aguja para el intravenoso dejaron un tubito que insertaría el yodo a mis azuladas venas y se me hizo algo tan desagradable, como pelo en la sopa, como saber que hay un mínimo de patas de cucaracha aceptable en las galletas Gamesa, ese repugnante tubito en mis venas. Se me revolvió el estómago del asco. Pensé en perritos, gatitos, arrecifes de coral y en esas estaba cuando inyectan el yodo. Se siente como si te orinaras los pantalones y tu sangre se calentara, también, el dolor de cabeza subió de un leve marca diablo a un nivel pásame el taladro que me voy a hacer un agujero.)

En fin, para no hacerles el cuento largo, obviamente no detectaron que tuviera ni una embolia ni un ataque al corazón ni nada de eso, porque es un aire. Y mi superpoder causado por la radiación aparentemente es la habilidad de comerme una pizza de una sentada.

Moraleja: nunca nunca tienten a la muerte, yo la llamé y parece que ahorita la tengo sentada a un lado y no sé cómo decirle dulcemente que muchas gracias por su visita pero que mejor se vaya a dar una vuelta por los pinos.

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