24.10.10

Los bichos


El viernes, tras mi última clase, subí al elevador del edificio donde trabajo para ir a dejar mis libros y materiales didácticos (vasitos y papelitos de bingo, tan cool yo) a la oficina. Mi oficina está en el piso 11 y de ninguna manera pienso hacer el ejercicio requerido, para eso están los gyms. Pero en fin, me subí en el piso 3 y estaba una gringa ahí, altota y güerota y viejota, con una chamarra bien étnica (que es como le llaman a todo lo que no es gringo que tiene colores o está hecho a mano). Y arriba de su chamarra étnica traía un bicho, un Mega Bicho.

"Err, excuse me, you have a...

      ...Bee."
Impresionante reacción de alguien que pertenece a una nación que se dedica a bombardear y atacar a todos. Se puso a gimotear mientras yo trataba de espantárselo. “Hush hush, it will be ok” le decía. Pero como me acababa de volver a dislocar el brazo, traía en la mano izquierda los vasitos, las cosas del bingo, los libros y demás y la derecha ahí, nomás, caída y triste, tratando de imaginar que si el bicho estuviera en un oaxaqueñito igual y sí se podía quitar. Así que le soplaba a la doña gringa y trataba de maniobrar con la izquierda.

Y que empieza a llorar, “oh oh, i am terribly allergic to bee stings” y entonces vi bien al bicho, y le digo, para calmarla, “oh, dont worry, it fact, it is a...


       ...Wasp!”

No reaccionó de la calmada forma que yo esperaba, de hecho fue todo lo contrario, empezó a ondularse y moverse y contorsionarse como víbora comiéndose un french poodle. Así que me dije, carajo, y le di un zape que tiró a la avispa al suelo y ahora sí, con el (no) poderoso brazo derecho atrapé al triste bicho en el vasito y lo cubrí con delgadísimo papel. Ella suspiró alegre y sonó el elevador, ding, ya estaba yo afuera. Con avispa en vaso y en el piso once del edificio sin ventanas.

Ahora, ¿qué se hace con una avispa enojada en un vasito cubierto suavemente con un papelito? Además, con sólo un brazo útil. No podía usar la mano derecha para picarle al botón del elevador para bajar (porque no podía levantar mi brazo), ni podía transferir al bichito, bzzzz bzzzz enojado bzzzz, a un lugar más cómodo para su transporte. Así que pensé por un momento ir a soltarlo a la oficina de los chinos, pero, la verdad, tanto trabajo para que se muriera el bicho...

Así que me fui a mi oficina (la cual comparto con otros 30 desgraciados profesores) y entre todos democráticamente decidieron despanzurrarla. Yo apelé a la dictadura, hice la transferencia de transporte, brinqué al elevador, regresé al piso tres (que da a la calle) y dejé que la avispa se fuera solita y volando a picar a algún otro incauto.

2 comentarios:

  1. mica-ela12:30 p.m.

    pues la gringa reaccionó como no se debe reaccionar con las abejas y las avispas... o es que me paraliza el miedo y me quedo quieta hasta que huyen...

    cómo que compartes oficina con 30 micos? y los chinos aparte?

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  2. Somos más o menos 30 personas en la oficina. Los chinos quién sabe cuántos sean, pero son más de uno.

    y la gringa, pobrecita, creo que creyó que la avispa era una amenaza real, cuando si las ignoras nada hacen.

    :)

    que tengas buenos días sin avispas y abejas y obispos

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