Parece que vamos a volar. Y eso me da miedo.
No tanto porque se pueda caer el avión o pueda ser estrellado contra un edificio o porque la colchas de la nave tengan gérmenes e infecciones malévolas como la cochigripa , aunque eso tampoco me gusta. Tampoco porque implique ir apretujada entre un triste gordo que no cabe entre los descansabrazos y una viejita que cierra la cubre ventana porque le molesta la luz y para toser se saca los dientes, y atrás de un bebé que no parará de chillar en todo maldito vuelo y su hermanito de 2 años estará corriendo y aullando por el pasillo mientras la fodonga madre sonríe beatíficamente mientras suspira “ay, son niños”. No es por eso, no. Lo que más me da miedo de viajar es el aeropuerto.
Desde el momento que cruzas la puerta te conviertes en un terrorista, en un no humano, sin derechos y sin opiniones. Cualquier tipo de queja o indicación de molestia es inmediatamente tomado como un acto que promete culpabilidad. La premisa del estado totalitario de ¿si no tienes nada que ocultar, por qué estás nervioso? Se aplica en todos lados.
Mi hermana fue llevada al cuartito de exploración profunda de cavidades porque tenía una conexión en 20 minutos y no encontraba la sala, su irritación y nerviosismo de perder el vuelo la convirtieron en sospechosa. A mi madrustra la llevaron al cuartito porque no puso los pies sobre las marquitas en el suelo cuando se lo indicaron, y no lo hizo porque ella no habla inglés y las instrucciones le fueron berreadas en tan bárbaro idioma. Madame Queta estuvo detenida cuatro horas en el cuartito porque Air France perdió su maleta en Hamburgo y ella osó pisar Dallas algunas horas después con la carta de la aerolínea que explicaba (en francés) dónde podría reclamarlas, alguien sin maletas transporta droga. Siempre. A Elisa por ocurrírsele dejar sus pertenencias (en una conexión de 6 horas) en la sala de espera en lo que iba al baño, regresó para encontrarse tres perros y un robot tratando de explotarle la maleta. Después la llevaron al cuartito.
Entonces en cuanto piso el aeropuerto empiezo a sudar, me formo frente a la cámara de radiación y de pronto tengo imágenes mías de haber echado la pasta de dientes en la mochila y eso es promesa de bomba. ¡Bomba! No digas “bomba”, me digo. Todo menos bomba. Bomba es lo peor que puedes decir. No expreses bomba. No caviles en bomba. Ayer pasé por tu casa... No no. No bomba. No menciones bomba.
“Go through!” Me indican.
Sudo, pienso “no digas bomba”, sonrío y empujo mis cajitas con zapatos, monedas, abrigo, bufanda, cinturón, mochila, etc, me imagino que si ya tienen las máquinas que leen mentes, o igual a la de Medium detrás de esa puertita va a saber que pensé en bomba, NO, no, bomba no, imagino bombas yucatecas, bombas veracruzanas, bombas de aire, bombas y bombillas.
“Go through!” Me gritan.
Y paso.
Me empiezo a relajar, llego al otro lado, agarro mis cajitas, me pongo los zapatos, agarro mis monedas, el cinturón, las llaves, el abrigo, la bufanda, tomo la mochila, le doy la cajita al Mr. que las apila y pienso “gracias” y por supuesto digo “¡BOMBA!”.
Por cierto, estoy segura que los soldados de Abu Ghraib antes de estar en esa prisión trabajaban en el cuartito.
Cómics aquí, aquí y aquí
chale, he sido afortunada porque no me han pasado al cuartito aunque siempre me equivoco y trato de pasar botes de agua cerrados, o la laptop en la mochila, o todas las cosas en un solo contenedor... eso sí, me miran feo y me explican con sus gritos que lo estoy haciendo mal. por cierto, nunca viajen con botas con agujetas. eso me convirtió en sospechosa acá en méxico, además de que de todos modos en gringolandia tienes que pasar descalzo por todos los puestos de seguridad. THE FUCK.
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