3.10.09

El hombre que no podía subirse los calzones

La literatura es completamente coherente y lógica, todo pasa por algo, es justa, es perfecta. El inicio de una historia abre una idea que se desarrollará de manera predecible y sensata, debe tener veracidad y ser congruente. Las narraciones aparecen como este mito ordenador que hace creer en algo y después desencantar y deprimir al enfrentar la verdadera realidad (la cual no tiene causalidad o sentido). Se vive en este mundo triste y miserable, incomprensible, “¿pero por qué pasó esto?” “¡No es justo!” Se oyen gritos a un cielo que no escucha, no entiende, no existe.

Pobrecitos. Pobres, pobres desconsolados y melancólicos humanos.

Pero también por eso la edigator no ha podido concluir el cuento a continuación (además del miedo imperante de que la vida imite al “arte”).

El hombre que no podía subirse los calzones.

Tras jalar la cadena, con el pene al aire y el culo todavía irritado por un rasposo (cruel, rígido, rugoso y amarillo) papel sanitario, Morris se vio impedido por una fuerza hiperhumana en poder agacharse, tomar sus calzones por el elástico y concluir así aquello que nadie más podía realizar por él.

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