19.7.08

No ouch

Entrada dedicada a todos los niños

Me he dislocado el hombro dos o tres veces (la verdad, como la primera vez tenía piedras incrustadas en la mano y el tobillo deshecho, estaba debajo de la bicicleta y me sangraba la cabeza y todo me caía en el ojo, no recuerdo bien si me zafé el hombro o no, a pesar de no poder moverlo por una semana). El tobillo otras tantas (aunque admito que de muy temprana edad aprendí que no sé volar, trepar bardas o huir velozmente por una ventana) , la muñeca (por jugar a que sabía kung fu), la rodilla (al rescatar a un perro de un terrible y lodoso destino ), dos descalabradas de hospital (niños malos en el kinder), el cuello (aikido gone wrong), etc (escalar, manejar, caminar, chocar contra la pared por ir persiguiendo un gato, etc).

Ante todas, mi familia formulaba monólogos en la cabeza del tipo:
“¡chinampinas ahogadas, edigator! ¿Otra vez,? maldita sea, como si el yeso se pagara solo” y “bájale a tus berridos, chihuahua, ya deberías acostumbrarte”.
En sí, lo malo es que la segunda o tercera vez, duele igual que la primera. Pero la tercera vez que te rompes el tobillo no tiene la misma urgencia que la primera, así que de ¡corre corre, la niña se rompió! pasa a un susurrado aguántate tantito mijita, deja termino esta llamada.

Realmente, si consideramos todo, sí exagero, porque a lo mucho, lo más que esperé fue una semana.

La verdad, sé que soy muy frágil (o muy torpe, o ambas) y que casi me puedo romper todo. Casi.

Sin embargo, me tranquiliza un poco saber que nunca me pasará esto:





¡Un yei por mis ovarios!

Radiografía tomada de donde dice ahí.

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