5.8.07

Invasión de las plagas

Hoy domingo me puse de Barbie costurera a subirle la bastilla a mis tres pantalones para tener qué ponerme ahora que empiezan las clases. El gato, desde en la mañana, estaba necio con que quería meterse al portafolio de la laptop, pero como de repente le da por perseguir imaginary goblins o hacerle fu a la pared, yo, por salud mental, trato de no hacerle mucho caso.
Porque con las miradas y reacciones de mi gato, llega un punto en el que uno jura que detrás hay un fantasma asesino a punto de atacar, así que, cuando empiezas a cubrir los espejos, dejas de hacerle caso al gato.
El caso es que yo feliz, puntada tras puntada, lalalá, y el gato brincando como desesperado.
Ok, le dije, ok, ya, puse aguja en lugar seguro y moví la mochila.
Salió un ratón.

¡Un ratón!

¿Qué chingados hacía un ratón en mi computadora?
El caso es que el bicho corre a mis libros y me dije ni madres, que se esconda en la ropa pero no en mis libros, ¡ataca! le grito al gato, ¡ataca! el gato zaz lo agarra y la sabandija empieza a chillar, como conejo muriéndose, como uñas en el pizarrón.
Ik ik iiiik

¡Abajo, afuera,! le aúllo al gato, y él, obediente con la alimaña en la boca, baja las escaleras y se acerca a la puerta, mufau, me maulla. La colita le salía entre los dientes, agitándose como lombriz.


No sé si les conté, pero una vez en Playa del Carmen iba cruzando la calle y me encontré un tlacuache atropellado, pobrecito, me dieron ñáñaras y quise mirar hacia otro lado, pero algo ondeaba en el cadáver ése y vi que estaba lleno de tlacuachitos (tomen nota, los tlacuaches son marsupiales, nacen y los meten en bolsitas por todo el cuerpo, como los canguros)
Y no se estaba haciendo el muerto, tenía la cabeza aplastada y estaba embarrado de mierda (esto último lo descubrí después, ew).
El caso es que agarré a los marsupialitos y los metí en una caja de huevos. Eran ocho fieritas. Me la pasé un todo un mes, en cuanto llegaba de trabajar, dándoles de comer con un biberón cada tres horas, pero, oh terrible situación, luego vino temporada alta, mucho calor y tours de 13 ó 14 horas seguidas, y bua, los maté a todos de sed.
Recuerdo que un día llegué y el gato había descubierto a los tlacuaches y había jugado con ellos, los reparé como pude, pero uno perdió un dedo. Regañé al gato y lo entrené (creo) a quererlos (el amor se enseña), entonces el gato recorría todo el mini estudio con tlacuaches trepados en el lomo y panza, mientras gritaba como desquiciado “quítamelos, quítamelos” (desde entonces su maullido no es el mismo).


El caso es que de vuelta a este momento.
Mi gato suelta al ratoncito, plop, y la verdad, se veía bien bonito, súper tierno. Todo mojadito el bichito, pensé, lo baño para quitarle la peste bubónica e igual y podríamos vivir felices los tres, le podemos poner Squeak y qué carajos estoy pensando, júchale ratón, abrí la puerta, agarré al gato y lancé un, SOCORRO RATÓN AUXILIO lo que en idioma animal se traduce literalmente a “corre o te piso” y huyó hacia el Río la Silla.


El gato ya no me habla.

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