12.8.07

De los insomnios

Generalmente mi proceso para acostarme (a dormir) es el siguiente, me espero hasta que ya no puedo tener los ojos abiertos y me voy a la cama, en el momento en el que mis bellos caireles tocan la almohada, empiezo a acordarme de todo lo que tengo que hacer que urge. Entonces, prendo la luz, hago una lista, luego agarro un libro, leo un capítulo (que no voy a recordar), se me empiezan a cerrar los ojos, apago la luz, duermo como quince minutos y llega mi gato a platicarme lo que le contaron los bichitos que viven en la coladera del baño.

Yo lo acaricio un rato y me duermo otros 20 minutos, luego me dan ganas de ir al baño, me tardo como media hora en convencerme que me debo levantar, luego sueño que me levanté y estoy en el baño orinando feliz, entonces brinco y corro y apenas llego, prendo luces y toco cosas rasposas para asegurarme que sí estoy en otro cuarto y no sobre mis sábanas.

Me regreso a la recámara, prendo la luz, leo dos páginas del otro libro blah (siempre tengo uno divertido y uno aburrido en mi buró) y tomo agua, como medio litro, más o menos, el cual va a durar en mi cuerpo alrededor de una hora.

Bueno, para no hacerles la noche larga, esto se repite hasta que suena el despertador.

El caso es que anoche, en vez de hacer la lista (porque hoy amanecía en domingo) me puse a acordarme que una vez, después de lavarme los dientes y rezarle al ángel de mi guarda dulce compañía, me acosté y mi mamá, como todas las noches, llegó a platicarnos tantito.

Nos contó que así como el hada de los dientes, (osea, el ratón enfermo ése que llegaba en las noches por muelas y colmillos dejados debajo de las almohadas,) había también un hada de las narices.
Esperaba a que oscureciera y cuando estabas en lo más profundo del sueño, se llevaba tu nariz y te dejaba una moneda a cambio.
Con la voz que usaba para cantarnos (sí, nos cantaba) y contarnos los tiernos cuentos de los hermanos grimm (as in grim reaper), nos comentó que a nuestro perro, el Sultán, un bulldog gris de malos modos y una oreja caída, el hada ya lo había visitado y le había dejado un hueso. Luego se levantó, me dio un beso en la frente, otro a mi hermana, y nos dijo, “que sueñen con los vampiritos” y apagó la luz.
Creo que mi hermana y yo convenimos desde ese momento a dormir en turnos.

Pero después también me rememoré que yo jamás tuve un perro llamado sultán, y mucho menos un bulldog de malos modos. Todos los canes de mi casa eran french poodles, chihuahueños o chihuaoodles.


Éste es Abril (con nariz).
A los chihuaoodles no les puedes
tomar foto porque se quedan sin alma.

Creo que duermo poco porque mi cerebro no se calla. Soy como radio mal sintonizado que pesca estaciones de los vecinos, ¿serán las amalgamas de los dientes?

Decía Irbargüengoitia que en las noches él se quedaba despierto pensando en traiciones y en partidas de ajedrez.

Quizás eso sería más constructivo.

Durante el día me toco varias veces la nariz y bebo mucho café. Y hoy domingo, en vez de lavar el carro, recoger la casa, bañar al gato o echarme una siesta, me pongo a escribir mensadas aquí.


tan taan.

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