Constantemente tiendo a hacer cosas que mi cuerpo no desea, entonces mi cuerpo se rompe, yo lloro y me aguanto. Creo que desde que vi un salto de longitud en las olimpiadas y decidí practicar en las escaleras de mi casa (después comprendí que no ése el mejor lugar para aprender), mentira, antes fue cuando estaba persiguiendo a la Lambi, quien fue criada por gatos y si no fuera por los ladridos cualquiera hubiera creído que era precisamente un felino, digo, si cualquiera nunca hubiera visto un gato, ni hubiera leído acerca de ellos y además pudiera creer que estaban conformados por una unión de afros blancos con uñas rojas y moñitos en las orejas (finalmente Mr Dog decidió la moda frenchpudelesca de los ochentas) …
El caso es que perseguía a la Lambi mientras ella saltaba de sillón en sillón y como quien no quiere la cosa se atravesó una mesa de vidrio, todavía recuerdo cómo salió volando mi sueco hecho por artesanos holandeses con madera derrapante (a decir verdad, creo que Holanda no se lleva muy bien con Suecia), cómo cayó con un clonk, aunque me imagino que fue clonk porque en ese momento yo atravesaba la fina mesa de vidrio con mi cabeza y acababa con la colección de ranas de cerámica de mi mamá.
O la n famosa historia de Edith se sube a la barda para ver los baños de hombres y salta hacia unas piedras, tobillo queda alojado entre rocas y cuerpo cae a un lado. Crack.
No les conté, creo, la vez que estaba buceando y como me le quedé viendo a una estalactita (era caverna) y se me fue el grupo, al apurarme no ecualicé los oídos y me reventé uno. Escuchaba la sangre fluir, es como cuando te subes al carro y con las ventanas arriba cierras la puerta. Es como un fshhhh, como el ruido blanco de la tele, pero con ritmo.
Después durante el huracán me rompí mi dedo medio. Me daba miedo irme con el viento, pero quería un café, así que me agarré del marco de la puerta para estirarme y abrirle al gas, en el momento que lo lograba una ráfaga de ésas de 120 km por hora decidió ayudarme y cerrar la puerta. Mi dedo y nudillos no se lo permitieron. Snap. Pero como no había nada más que hacer, practicamos férulas y entablillamientos.
Hmmm, creo que toca una al año.
Todo este preámbulo para contar la del 2006, resulta que mi cuello también salió defectuoso. Dormí chueca, yo creo, no sé. En la mañana me dolía, y me dije, yoga y ya. Y no. Lo que sucedió, o más bien como se lo conté a Rodolfo fue: “ugh, dormí chueca, ajuuuum, que con una estiraditaaaay, ayyy, ayyyyyyyyy, clic, oíste, me tronó, si le hago asíclic, ayyy, me duele, mira, me truena, ayyy clic clic clic”.
Así, hoy, cuellera y músculo desgarrado, reposo y cero estrés.
Y sufro. Bua.
A lo mejor es tu poder mutante, eso de tener tantos accidentes aparatosos y narrarlos de tal manera que los que te lean sientan el dolor empático y la pena ajena que acompaña al acto.
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